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Parashá Tzav

“Luego le puso encima el pectoral, y puso dentro del mismo los Urim y Tumim”.
(Vaykrá 8:8).


En la parashá de esta semana se mencionan las leyes rituales del sacrificio y cómo se deberían llevar a cabo las ofrendas de expiación. Sin embargo también se menciona el uso de algunos artículos de uso sacerdotal y por último los Urim y Tumim.


La Toráh no explica mucho al respecto de los Urim y Tumim, sólo sabemos que eran unas piedras que consultaba el sacerdote para dar a conocer la voluntad del Eterno en alguna situación determinada. Por ejemplo, en el primer libro de Samuel se menciona el pasaje donde David estaba huyendo de Saúl, quien deseaba matarlo.


Al llegar a la Ciudad de Keylá, David ordenó al Cohen Abiatar traer el Efod y consultar a Dios por medio de los Urim y Tumim si había de venir Saúl a dicha ciudad y si sus habitantes lo entregarían al Rey. La respuesta del Eterno en ambos casos fue afirmativa. Como podemos notar en este relato, los Urim y Tumim era una especie de oráculos, por los cuales el hombre podía preguntar al Eterno si se debía hacer algo o no.


Me recuerda un poco a la película “La Historia sin fin”, en la que un muchacho valiente llamado Atreyu, pasó por una serie de aventuras y también eventos tristes para llegar hasta el “Oráculo del Sur”; un conjunto de esfinges a las cuales se debería consultar para tener la información que ayudara a sanar a la joven Emperatriz de su enfermedad y salvar a la Tierra de Fantasía.


En la actualidad, sería bueno contar con un oráculo como el de la película, ya que bastaría con consultar si es viable emprender algo o si habrá suerte al realizar esto o aquello. Sin embargo, Dios le ha dado al hombre un recurso más valiosos: “el libre albedrío”, con ayuda de él podemos decidir hacer algo o no, siempre evaluando la situación para tomar la mejor decisión.


Creo que “el poder de decidir” es más valioso e importante que poseer un oráculo que te dicte que hacer y que no, ya que demanda del ser humano la capacidad de actuar con responsabilidad, siguiendo el principio de la causa y el efecto, es decir: “el saber que lo que hagamos tiene consecuencias positivas o negativas en nuestras vidas y en las de los demás”.


Por ello creo que lo que simbólicamente representaron los Urim y Tumim en el pasado, ahora están dentro del corazón y la mente del ser humano y se llama conciencia y raciocinio.


Eyal Wong
Adar II, 5779

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