En la actualidad suena increíble e inclusive ridículo hablar de un milagro. El escepticismo en las personas es tal que vemos las cosas tan cotidianamente que hemos perdido la capacidad de asombro. Nos ha cegado en una nube de trivialidad que francamente ya nada nos conmueve. Hemos dejado de reconocer que: con el aumento de la delincuencia organizada, la falta de empleo, la pésima educación, las condiciones económicas deplorables de éste país y la falta de valores en el tejido social; sobrevivir cada día es un verdadero milagro.
El milagro de abrir los ojos y sentirnos vivos, el milagro de ser libres, el milagro de tener un techo y un refugio donde resguardarnos de las inclemencias del tiempo, el milagro de tener alimento; y el milagro de tener una identidad judía y poder expresarla abiertamente en el entorno en que vivimos son dádivas del Eterno que nos ha entregado y que no valoramos.
En estas mismas condiciones estaba el Pueblo de Israel: Dios les envió a Moshé para liberarlos de Mitzraim (Egipto), convirtió la vara en serpiente, mandó las diez plagas al país, los sacó del mismo con mano fuerte y brazo extendido, les entregó la Torá, les dio agua en el desierto, los alimentó con el maná, les mandó codornices, cuidó de sus ropas y calzado por cuarenta años para que no se desgastara, los protegió de enfermedades durante su travesía; y finalmente los introdujo a la Tierra Prometida. Y el pueblo ni se inmutó. ¡Hubo una persona solamente que se menciona en la Torá, que agradeció a Dios por todas sus maravillas!
Hoy, en la fiesta de Pésaj, cuando todos estamos frente a la mesa y nos disponemos a participar del seder decimos –Dayeinu (nos basta). –Si el Eterno no nos hubiera sacado de Egipto, Dayeinu… y este agradecimiento sólo es una vez al año… ¡Qué terrible!
Si comparamos a esta sociedad corrompida en la que vivimos con el Egipto aquél de dónde Dios sacó a su pueblo; y meditáramos acerca de todo lo que hace por nosotros cada día… tendríamos demasiados motivos para agradecerle: – ¿Si el Eterno no me hubiera dado trabajo, Dayeinu?… – ¿Si no me hubiera dado de comer hoy, Dayeinu?… – ¿Si no me hubiera dado salud, libertad, seguridad, Dayeinu?… – ¿Si no tuviera una identidad judía, Dayeinu?
Los milagros no son forzosamente fenómenos extraordinarios. Pueden estar implícitos en todas aquellas cosas que nos rodean. Un milagro toma ese estatus cuando tú se lo adjudicas… incluso, un simple respiro puede llegar a ese nivel tan elevado de “milagro” si tú se lo concedes… y una vez que reconoces que todo lo que posees es un milagro de Dios, debes agradecérselo. El hecho de que el Eterno provea todas nuestras necesidades es un milagro: como en el tiempo antiguo donde, cada mañana el maná caía del cielo y cada judío podía reservar para sí sólo una cantidad determinada. Nadie podía llevarse más de lo asignado ni tampoco podía quedar nada, ya que cualquier sobrante entraría en descomposición- sirviendo de caldo de cultivo a los gusanos- y los que se servían más de la cuenta exhibían una falta de fe en Dios. Él había expresado que el maná aparecería diariamente y alcanzaría para todos, por lo cual aquellos que tomaban por demás, demostraban no confiar en su palabra, ya que no creían que el maná reaparecería al día siguiente, como se les había dicho.
El Talmud relata que los alumnos de Rabí Shimón Bar Yojai preguntaron cierta vez a su maestro:
-¿Por qué el maná debía caer diariamente? ¿Por qué no había podido el Todopoderoso hacerlo caer una sola vez y hacerlo durar el año entero? El sabio contestó con una parábola acerca de un rey que mantenía a su hijo con un cuantioso estipendio que recibía una sola vez al año. En consecuencia, el hijo venía a visitar al padre sólo una vez al año, cuando se terminaba la asignación. El rey entonces decidió cambiar de método y darle diariamente el estipendio, para obligarlo así a visitarlo todos los días.
Del mismo modo, el Eterno decidió proveer a sus hijos el maná diariamente. El jefe de familia, entonces se preocuparía: -¿Qué ocurriría si no cayera maná mañana? ¿Qué comerían mis hijos? Podrían morir de hambre.- Así el Pueblo de Israel debería dirigir su pensamiento a Dios diariamente en agradecimiento. Como en ese tiempo Dios daba sus dones y maravillas a su Pueblo hoy lo sigue haciendo por nosotros, es por tal motivo que debemos ser agradecidos con Él.
15 de Nisan de 5779.
Eyal Wong
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