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Parashá Masei

La parashá Masei corresponde al libro Bamidvar-Números y comprende del capítulo 33.1 al capítulo 36.13, comenzando con la frase: “Ele masei benei Israel asher iatzav meeretz mitzraim letziveotem veiad Moshe ve Aaron …”, que significa: “He aquí las etapas del trayecto que siguieron los hijos de Israel guiados por la mano de Moisés y de Aarón…”

Moisés registró las etapas del viaje y acontecimientos como: la muerte de su hermano Aarón, Cohen HaGadol, el despojo de la tierra a los moradores de Canaán por parte de  los israelitas, una vez cruzaron el Jordán, así como la destrucción de esculturas, imágenes fundidas y altares. También,  la división de la tierra entre las tribus de Israel echando suertes y la asignación de los territorios según el tamaño de las tribus, en aplicación del principio de dar a cada uno según sus necesidades.

Adicionalmente, se destaca el hecho de haber recibido Moisés el mandato del Eterno de designar los nombres de los líderes que dividirían la tierra por heredad entre cada una de las tribus y  la obligación de cada una de las tribus de dar a los levitas parte de su heredad: 48 ciudades con sus respectivas  áreas circundantes, en aplicación del principio según el cual quien posea más debe dar más, y quien posea menos debe dar menos.

En esta porción de la Torá se instituyen, así mismo,  las ciudades refugio para quienes hayan causado la muerte de alguien más sin intención de hacerlo. Podría verse en las ciudades refugio del antiguo Israel un antecedente del actual derecho de asilo. Por otra parte, la aplicación de la Ley del Talión, “ojo por ojo, diente por diente”, supone la versión de más de un testigo como prueba conducente para dar aplicación a la pena de muerte.

Cada mujer que posea una heredad en cualquier tribu se ha de casar con un hombre de la misma tribu de su padre, con el fin de que los hijos de Israel tengan parte en el patrimonio de sus padres.

La sangre profana la tierra, según la Tora, y la tierra no puede ser expiada sino por la sangre de quien la derramó. En el caso de quien ha causado la muerte de alguien  sin intención de hacerlo,  el tribunal lo librará de la venganza enviándolo a la ciudad de asilo donde habrá de vivir hasta la muerte del Cohen HaGadol. El número de ciudades refugio será de seis, tres ubicadas en el margen oriental del Jordán y tres en la occidental.

Pero, ¿Por qué quien ha sido autor de la muerte de otra persona sin la intención de hacerlo debía vivir en la ciudad refugio hasta la muerte del Cohen HaGadol? La Mishná menciona que la sentencia del homicida refugiado dependía de la muerte del Cohen HaGadol, por lo que la madre del Cohen solía dar obsequios a aquel para que no rezara pidiendo la muerte de su hijo.

El Talmud enseña que la falta del Cohen HaGadol consistía, precisamente, en no haber rezado para que no hubiera ocurrido la tragedia en Israel, por lo que se hacía susceptible de ser alcanzado por el efecto de las plegarias en su contra.

Una segunda pregunta podría ser: ¿Si el Cohen HaGadol no cometió una transgresión terrible, como quiera que no causó daño activamente a alguien, el sufrimiento o su muerte no serían castigos demasiado severos? Al respecto, el Talmud ofrece un antecedentes para abordar la situación, como por ejemplo, la enseñanza según la cual el no librar a un animal del sufrimiento es tzáar baalei jaim, lo que equivale a decir que no sólo causar sufrimiento de manera activa a un animal como golpear o herir, es un acto de crueldad, sino que también lo es no hacer nada para aliviar su sufrimiento, como cuando no se aliviana el peso excesivo a una bestia de carga.

El concepto antes mencionado no se limita al ámbito de la Hashkafá (pensamiento judío), sino también abarca el de la Halajá (Ley judía). La Torá ordena: “No te pares sobre la sangre de tu prójimo”. Si uno ve a otro judío en peligro está obligado a tratar de salvarlo, incluso si está en necesidad financiera.

Otro antecedente para la comprensión del caso en el que la sentencia del homicida refugiado dependía de la muerte del Cohen HaGadol, lo ofrece la mitzvá conocida como ‘Hashavat avedá’, consistente en la obligación de esforzarse por devolver a su dueño los objetos perdidos.

El Rabeinu Yoná dice: “No deberías mirar hacia otro lado…Si dijeras: ‘No sé de esto’ (Dios) conoce el interior de tu corazón y conoce los pensamientos ocultos, y le paga a cada persona según sus acciones. Si uno no va al rescate del otro  ni busca formas de ayudarlo, Dios considera como si él mismo hubiese causado el daño”.

El jesed , amor bondadoso y compasivo, ha de reinar en el corazón del judío. Cuando el Cohen HaGadol no rezaba a fin de evitar que una tragedia afligiera al pueblo judío, actuaba con negligencia, sin jesed, incurriendo así en un pecado serio.

Ahora bien, cabe preguntarse: ¿Cómo judío me esfuerzo por evitar o, al menos aliviar, el sufrimiento de algún otro hermano judío? ¿Elevo mi plegaria al Eterno por las muchas necesidades del pueblo judío? ¿Practico el jesed con respecto a mis semejantes, tanto judíos como no judíos? ¿Me inspira en el diario vivir el ejemplo de notables figuras judías que han dado lo mejor de sí para bien de la humanidad, aún desde una perspectiva secular, como Albert Einstein o Sigmund Freud, por ejemplo?

Sea oportuno recordar las palabras del Rev. Martín Luther King, insigne defensor de los derechos civiles para los ciudadanos afroamericanos en los Estados Unidos de América: “No me aterra la maldad de los malos, sino la indiferencia de los buenos”.   

9 de Av 5779
Menajem ben Abraham ve Saráh

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