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Parashá Vayélej

Esta Parashá representa el último día de Moshé sobre la tierra. El día de su muerte.

Dice la Parashá : “Y fue pues Moshé y dijo estas palabras a todo Israel”.

Pero… ¿A dónde fue Moshé? Dice la Torá que siempre que necesitaba reunir al pueblo, le llamaba con toques de trompetas (shofarim), pero en esta ocasión, que sería su último día, Moshé Rabenu fue al campamento del Pueblo para hablar con ellos.

Sus palabras de “Tengo ciento y veinte años hoy y soy incapaz de entrar y salir” pueden haberse referido a la Torá y no a su fortaleza física, pues la demostró saliendo de su tienda y dirigiéndose con paso firme y enérgico hacia el campamento del Pueblo a tan avanzada edad. Pero cuando sintió que la Torá había cerrado sus puertas para él, no sintió más deseos de seguir viviendo.

No podía ya entrar y salir de los caminos de la ciencia sagrada, pero el vigor físico nunca le faltó según se ve más adelante en mismo Devarim: “Y Moisés tenía la edad de ciento veinte años cuando murió; no se le oscurecieron los ojos ni decayó el esplendor de su rostro”

Dice la Parashá “Y escribió Moisés esta Ley…” Y por “esta Ley” quiere decir desde el Génesis hasta el fin del pentateuco, que Moshé entregó antes de su muerte.

Moshé ordenó a Yehoshúa cumplir con esta ley, pero después esta responsabilidad recayó en los Reyes. Así, en Jol Hamoed (mediados) de Succot, al comienzo del primer año de la Shemitá (año sabático), entonces se tocaba el Shofar para congregar al pueblo, se traía una Bimá (estrado) de madera y se colocaba en la sección de mujeres de la Sinagoga. El Rey se colocaba sentado en medio del pueblo, hasta que recibía la Torá de las manos del Cohen Gadol (Sumo Sacerdote), hacía la bendición y leía desde el inicio de Devarim hasta el Shemá “Aser teaser”.

Pese a que todas las antiguas legislaciones establecían como válida una  relación soberano-pueblo similar a la existente entre amo-siervo, y los conceptos de entrega, venta, herencia de reinos y posesiones significaban que cada monarca era amo y señor absoluto. El Judaísmo introdujo por primera vez en la historia, uno de los conceptos esenciales del progreso, que luego sería patrimonio universal: la constitución: en ella, el Rey mismo tenía la obligación de leer las leyes a su pueblo, la Torá, significando con ello que él no era el amo, sino solamente un servidor, no era el fin, sino un instrumento de su pueblo.

Dios asegura y predice a Moshé que el Pueblo Elegido se apartará del pacto con Él, y que “Dios se ocultará” y también le promete que las palabras de la Torá “no serán olvidadas de las bocas de sus descendientes”.

Esta Parashá termina con la renuncia de Moshé, quien demuestra que la Torá no es invento suyo, sino la “Ley de Dios”: “Si incluso mientras estoy vivo entre ustedes hoy, se rebelan contra Dios, ¡ciertamente lo harán después de mi muerte!”. Llama entonces como testigos y garantes de sus palabras al “cielo y la tierra”.

La llamada a la unidad se hacía con el Shofar para que todos coincidieran alrededor del líder y escucharle. Si ciertamente hoy hay una gran diversidad entre las comunidades judías;  yemenitas, ashkenazim, sefaradim, mizrajim. Diferentes idiomas, países, costumbres, vestimenta, y comidas, el Shofar nos sigue congregando y de manera simbólica nos reúne a todos los Judíos del Mundo a unirnos.

Dice el Profesor Ellis Rivkin, Z”L,  en ese fabuloso libro llamado “The Unity Principle” (El principio de Unidad)que se puede dar la unidad en la diversidad. ¿A qué unidad se refiere? ¿Cuál es ese principio de unidad que debemos hoy acatar? ¡La unidad de propósito! ¿Y cuál es este propósito? El Judaísmo tiene un mensaje que el mundo debe escuchar, y la misión de restaurar el paraíso en la tierra: El mensaje es que cada persona es única y valorada, que la moral y la ética judía no son algo relativo sino absoluto. Que para elevar al mundo, necesitamos elevarnos de manera personal. Que para construir un mundo que sea un hogar divino necesitamos partir de hacer de nuestro hogar un lugar divino.  ¿Cómo podría el mundo ser un lugar divino? Cuando reine en él la justicia, la paz y la concordia. El bien general del mundo, de las naciones y sus habitantes.

También nos deja ver un acercamiento de los líderes al pueblo. Moshé fue a ellos, aún cuando fue su Maestro, el que recibió las Tablas de la Ley, quien tuvo comunicación tête à tête” Con Dios; su Líder, su Profeta. Aún así nos muestra la humildad que debe privar en la mente del líder, que debe acercarse a quienes representa y dirige, para hablarles cariñosamente como lo hace Moshé. Incluso se despide de ellos y les hace saber las predicciones de Dios, y también les da un mensaje de esperanza pese a todo.

Ya los Sumerios habían realizado los primeros pasos para generar una convivencia pacífica entre los ciudadanos. Un código legal y un sistema judicial, pero no se había generado una figura de capital importancia en la vida moderna de los Países: la Constitución de un Pueblo. La estructura incipiente del código ético y moral que contiene las normas que permiten y obligan a gobernantes y gobernados y ponen en relieve las relaciones existentes entre unos y otros.

Finalmente, el Pueblo Hebreo es y será siempre el Pueblo del Libro, la Torá, que se ha convertido en las “Alas” con las que el Pueblo Judío ha pasado por encima de quienes le han ofrecido odio, discordia, desprecio y maldad. Ave herida en muchas ocasiones, reducida casi a cenizas como la mítica Ave Fénix que en muchas  tradiciones de oriente y occidente, con muchos nombres, renace de sus cenizas cada vez más fuerte, cada vez más grande, y nunca muere.

B”H.

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Rodolfo Gallardo-Rosales

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