La haftará del día de hoy, tercer shabat después de Pésaj, corresponde a la parasha Tazriá del libro de Vaykrá (Levítico), tomando como referente el Segundo Libro de los Reyes, del capítulo 4, versículo 42 al capítulo 5, versículo 19. En tanto que en Tazriá se hace alusión a las leyes sobre purificación alusivas a la mujer que ha dado a luz, a la lepra y al enmohecimiento de casas y prendas de vestir, en la haftará se alude a milagros realizados por el Eterno por medio de Eliseo, hombre de Dios: la multiplicación de los panes y la curación de Naamán, el sirio. Los acontecimientos tienen lugar en el Reino del Norte, en Israel, más precisamente en Samaría, probablemente entre los años 852 a 841 A.E.C., inscritos en el movimiento de reacción yahvista contra los cultos idolátricos liderado por el profeta Elías, de quien Eliseo sería su discípulo.
En el primer relato, un hombre proveniente de Baal Shalisha lleva a Eliseo las primicias del pan y grano fresco en espiga. El profeta dispone que el pan se reparta entre la gente para que lo coman. Su siervo pregunta: “¿Cómo voy a dar esto a cien hombres.” La respuesta de Eliseo es categórica: “Dadlo a la gente para que coman porque así dice el Eterno: comerán y sobrará.” En efecto, tal como sucediera otrora con el maná en el desierto, del pan dado a la gente todos comieron y sobró. Una vez más se revela que de la palabra del Eterno viene el pan que sacia el hambre, pues Él da providente atención a las necesidades de sus hijos (conf. Segundo Libro de los Reyes 4:42-44).
En el segundo relato se alude la curación de Naamán, jefe del ejército del reino de Aram (Siria). Naamán es un hombre de prestigio, admirado porque por medio de él el Eterno ha dado la victoria a Aram. A pesar de su fama, Naamán es atormentado una penosa enfermedad, la lepra. Siguiendo el consejo de una joven israelita al servicio de su esposa, Naamán, portando una carta del rey de Aram dirigida al rey de Israel, realiza su viaje en busca de la anhelada sanación. El rey de Israel expresa su rechazo e impotencia ante la petición del rey de Aram quien le ha pedido curar a su siervo Naamán. Rasgando sus vestiduras el rey de Israel dice en tono airado: “¿Acaso soy yo Dios para dar muerte o vida, pues éste me manda a que cure un hombre de su lepra? Reconoced y ved que me busca querella.” Enterado Eliseo de lo sucedido, reprende al rey de Israel por su falta de confianza en el Eterno: “¿Por qué has rasgado tus vestidos? Que venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel.” (conf. Ibidem 5: 1-7).
Naamán con su parafernalia, caballos y carruajes, se detiene frente a la casa de Eliseo, sin ser recibido personalmente por éste. Un mensajero del profeta le comunica: “Vete y lávate siete veces en el Jordán y tu carne volverá se volverá limpia.” Desconcertado e irritado Naamán se dispone a regresar a su país, pensaba que el hombre de Dios, invocando el nombre del Eterno, tocaría su parte enferma y le sanaría. Con soberbia, Naamán hace alarde de los caudalosos ríos de Aram, el Abaná y el Farfad, a los que considera mejores que todas las aguas de Israel. Al parecer todo está perdido para Naamán, pero con humildad de corazón sus siervos le hacen ver que lo pedido por el profeta no es cosa difícil. Sólo habrá de confiar en la palabra el hombre de Dios. Naahamán, persuadido por sus siervos, se sumerge siete veces en las aguas del Jordán y entonces se produce el milagro, su carne enferma se torna limpia como la carne de un pequeño niño (cfr. Segundo Libro de los Reyes 5: 8-14).
Lleno de gratitud el sirio retorna con su acompañamiento al lugar donde vive Eliseo, exclamando: “Ahora conozco bien que no hay en la tierra otro Dios que el de Israel.” Una clara declaración de monoteísta sale de la boca de Naamán, un extranjero, que lleno de gratitud se dispone a dar un presente al hombre de Dios, Eliseo. Ante la negativa del profeta de recibir presente alguno, Naamán hace a éste un pedido en el que expresa fidelidad al Eterno, reconociendo el carácter sagrado de la tierra de Israel, evidenciando una sincera actitud de conversión, de teshuvá, y un ferviente deseo de fidelidad al Eterno, al decir: “…que se dé a tu siervo, de esta tierra, la carga de dos mulos, porque tu siervo ya no ofrecerá holocausto ni sacrificio a otros dioses sino al Eterno.” De este modo Naamán llega a ser un nuevo miembro de la comunidad de Israel e implora al Eterno que lo dispense por tener que postrarse ante el dios Rimmon, cuando el rey de Aram entre a su templo para adorarlo, apoyado en su brazo. Eliseo, el hombre de Dios, que se persuade de la recta intención de servir al Eterno que embarga el corazón de Naamán, lo excusa de lo que sería una mera señal exterior de idolatría, diciéndole “Vete en paz.” En Damasco Naamán ofrecerá holocausto y sacrificio única y exclusivamente al Eterno. Sólo el Eterno, el Uno y Único Dios de Israel, es verdaderamente Dios, su amor misericordioso alcanza a todos los hombres que lo buscan, la senda que han de seguir dichos hombres será el reconocimiento de la existencia de una relación especial entre el Eterno y su pueblo y Eretz Israel. Es el pueblo de Israel propiedad del Eterno, reino de sacerdotes y un pueblo santo, llamado a portar a las naciones, con servicio humilde, la luz de la Tora, a la manera de Eliseo, el hombre de Dios.(cfr. Ibídem 5: 15-19 y Shemot-Éxodo 19: 5.6).
La humanidad enfrenta un formidable desafío con la pandemia del covid 19. Hoy, más que nunca, los judíos estamos llamados a sembrar en el mundo la esperanza que deriva de la confianza en la palabra del Eterno, a ser el medio por el cual fluya para todos los hombres el amor misericordioso y la bondad de Dios. Es, la actual coyuntura, una valiosa oportunidad para fortalecer nuestras relaciones familiares y comunitarias, para dar palabra de aliento al que se encuentra solo o enfermo, para enfocar muestra acción solidaria en la ayuda al más vulnerable, para dar amor a nuestros mayores, para jugar con nuestros niños… Nuestro rabino Jacques Cukierkorn ha tomado la iniciativa de recolectar dinero entre la comunidad sinagogal de Kansas con el fin de proveer a médicos, enfermeras y personal de servicios en hospitales locales de los tan necesarios elementos de protección sanitaria. ¡Ellos, los trabajadores de la salud, sí que saben ser nuestros héroes! No nos quedemos atrás. Cada uno según su capacidad, siempre con buena voluntad, que extienda su mano generosa a quien más lo necesita: un mercado, una moneda, una voz de aliento… ¡La humanidad nos necesita! ¿No crees que tú, yo, nosotros, somos llamados a ser verdaderos hombres de Dios como lo fue Eliseo?
¡Le shaná abá ve Yerushalaim!
24 Nisan 5780
18 Abril 2020
Menajem ben Abraham ve Sara
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