PARASHAT KÓRAJ
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HAFTARÁ BALAK

MIQUEAS 5:7-6:8

Del profeta Miqueas, quien debió actuar en los reinados de Ajaz y Ezequías, antes y después de la toma de Samaria en el 721 A.E.C.,  quizá hasta la invasión de Senaquerib el 721 A.E.C., se sabe que tuvo un origen campesino como el de Amós, con quien compartió la aversión por las grandes ciudades. En su  libro se alternan amenazas y promesas. Se fustiga a los ricos acaparadores, a los acreedores despiadados, a los comerciantes fraudulentos, a las familias divididas, a los sacerdotes y falsos profetas codiciosos, a los jefes tiranos y a los jueces venales.  En Miqueas castigo divino está ya decidido, en medio de una catástrofe de proporciones universales vendrá el Eterno a juzgar a su pueblo. El profeta anuncia la ruina de Samaria, de las ciudades de la Tierra Baja  y de la misma Jerusalén, que habría de convertirse en escombros. No obstante, Miqueas conserva una esperanza  de redención, esperanza  que cifrará en  el Resto fiel de Jacob, de entre las naciones (cfr. Miqueas 5:7 y s.s.).

Con desgarradoras palabras  Miqueas transmite lo que dice el Eterno:

“Escuchad, oh montañas el pleito del Eterno. Y también vosotras, oh rocas duraderas, basamentos de la tierra, porque el Eterno tiene un pleito con Su pueblo y Él tendrá querella con Israel. ¡Oh pueblo Mío! ¿Qué te he hecho? ¿Y en qué te he molestado? Respóndeme. Porque te saqué de la tierra de Egipto, te redimí de la casa de esclavitud y envié ante ti a Moisés , a Aarón y a María. ¡Oh pueblo Mío! Recuerda lo que tramaba Balac, rey de Moab y como le respondió Balaam (Bil’am) hijo de Beor, desde Shitim hasta Guilgal para que conozcáis la justicia del Eterno.” (Miqueas 6:2-5).

Luego, tomando el lugar de Israel,  Miqueas pregunta:

“¿Con qué me presentaré ante el Eterno y me prosternaré ante Dios en lo alto? ¿Debo ir ante Él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Acaso el Eterno se complacerá con miles de carneros, o con diez millares de ríos de aceite? ¿Debo dar a mi primogénito por mi transgresión, el fruto de mi cuerpo por el pecado de mi alma?” Prosigue el profeta: “Se ha dicho, oh hombre qué es bueno y qué requiere de ti el Eterno: sólo hacer justicia, amar la misericordia y andar humildemente con tu Dios.” (Ibídem 6:6-8).

Puede afirmarse que los judíos hemos sido particularmente privilegiados, no por acceder a oportunidades, a seguridades o a protección, en tal sentido, en el contexto histórico e incluso en el actual, los judíos nos encontramos entre las personas menos privilegiadas del mundo. Un ejemplo de ello lo constituye la Shoah o el hecho de que la Liga Antidifamación haya registrado 2.107 crímenes de odio contra personas judías en los Estados Unidos para 2019, la cifra más elevada desde 1979. En realidad en muchos lugares del mundo no hay privilegio que nos proteja o nos brinde seguridad.

La afirmación de que los judíos somos particularmente privilegiados y que debemos sentirnos orgullosos de ello, se sustenta en el hecho de que el Eterno quiso dar a pueblo judío un zejut, es decir un ‘merito’ o ‘privilegio’ al darle la Torá, confiándole así mismo la misión de vivir vidas virtuosas y transformar  el mundo haciendo de éste un mundo mejor. Para el judío el privilegio, no significa favorecimiento alguno, sino la responsabilidad de  de vivir una vida elevada sirviendo a la humanidad, como medio para moldear el mundo según la voluntad del Eterno. Para el judío el desafío consiste, ni más ni menos, que en elevarse por encima de la forma como puede ser tratado por los demás y tratar a los demás,  con dignidad y respeto.

El privilegio de ser judíos nos obliga y compromete a vivir de forma más ética, a actuar con más sensibilidad, con honestidad y a proclamar nuestra confianza en el Eterno con orgullo y distinción. La senda ha sido señalada a Israel por el profeta Miqueas, hace ya más de dos mil años: hacer justicia, amar la misericordia y andar humildemente con el Eterno.

Quizá sea  la oportunidad para que la comunidad  Britbraja, nuestra comunidad, y cada uno de sus miembros, reafirmemos el compromiso con los valores éticos del judaísmo que, como lo ha señalado el rabino Jacques Cukierkorn,  incluyen el respeto por la vida, el respeto a la persona y a la propiedad, el amor al prójimo, la práctica de las obras de misericordia (gmilut jasadim) y la caridad (tzedaká), la lucha por alcanzar la justicia social y la paz, así como la conservación de la naturaleza y el trato respetuoso a los animales. (cfr. Rabino Jacques Cukierkorn, HaMadrij p. 207).

4 de julio/2020 – 11 Tamuz/5780
Menajem ben Abraham ve Sara   

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