Esta parashat inicia diciendo:
וַיְחִי יַעֲקֹב בְאֶרֶץ מִצְרַיִם שְׁבַע
עֶשְׂרֵה שָׁנָה וַיְהִי יְמֵי־יַעֲקֹב שְׁנֵי חַַיָיו
שֶׁבַע שָׁנִים וְאַרְבָעים וּמְאַת שָׁנָ
“Vayejí Yaakóv V’éretz Mitzráim Sh’báa
Es’réh Shanáh Vai’hí I’mei-Yaakóv Sh’néi Jaiáiv
Shévaa Shaním V’arbaím Umát Shanáh”
“Y Yaakov vivió en la tierra de Mizráim diecisiete años, y fueron los días de Yaakov, los años de su vida, fueron ciento cuarenta y siete años”.
Dice Rashí que esta Parashat está completamente “cerrada” (o sea, que no hay un espacio de nueve letras antes de comenzar. Esta Parashat ni siquiera las nueve letras deja pasar) y nos dice que es debido a que por causa de la muerte de Yaakov, y cito: “se cerraron los ojos y los corazones de los israelitas a causa del sufrimiento provocado por la esclavitud a la que los Mitzrim comenzaron a someterlos”, como está escrito en el midrash Bereshit Rabá.
Ciegos e indolentes. Así ven los Talmudistas a los esclavos israelitas, y parece una implícita advertencia al Pueblo Judío tanto de entonces como el actual, de no perder ninguna de las dos cualidades. Ojos para ver a nuestros semejantes en su contexto y circunstancia, y un corazón generoso para poder tener empatía y comprender los actos, los sentimientos y los pensamientos de los demás, que pueden no gustarnos, pero no sólo los debemos tolerar, sino respetarlos; recordemos que cuando alguien actúa mal con nosotros, no es a causa nuestra, sino una proyección de lo que ellos tienen internamente.
El midrash hace el comentario de que “Los justos, aún en su muerte, son llamados vivos; los malvados, aún en su vida, son llamados muertos”. Si intentamos interpretar esto, podría ser que aún después de su muerte, los actos del hombre justo son encontrados positivos, mientras que aún en vida, los actos del malvado son negativos. Las obras que el hombre deja en el universo son eternas e imperecederaas y cada una de sus acciones, por la Teoría de Sistemas, afecta a todo su entorno, influyendo en él y modificándolo, positiva o negativamente.
Hoy enfrentamos un escenario sanitario adverso y amenazante, en una sociedad que llena de indiferencia ve morir a muchos, pero no logra hacer conciencia sobre el inminente peligro que enfrenta. Nos debería llevar a hacer un razonamiento serio sobre cuál es el “testamento moral” que vamos a dejarles a los demás. No con palabras, que escribirlas o decirlas cualquiera lo puede hacer. Con nuestros actos, porque a veces los demás no escuchan lo que decimos: nuestras malas acciones no los dejan escucharnos.
Yaakov, antes de morir, pide a Yosef (que representa el poder en la tierra en que viven) que ponga la mano bajo su muslo y [jure] usar con él “Jesed veEmet” (Bondad y Verdad) y comentan los rabinos que la única bondad verdadera es la que se hace con los muertos, sobre todo si no tienen recursos ni parientes, pues no esperamos de ellos ninguna retribución, ya que están muertos. Y ambas cosas están bajo nuestro control: la generosidad y la veracidad.
Que esto no sea un indicador de que solamente debemos tener bondad para con los muertos. A mí me parece casi como desnudar nuestra condición humana, haciéndonos ver que no somos capaces de un acto desinteresado con nadie, y que solamente lo seríamos al ser bondadosos con un muerto pobre y solitario, y tal vez de mala gana. Parece un fuerte reclamo a que nuestras acciones se encaminen a modificar nuestras acciones, pensamientos y sentimientos; a no mentir ni mentirnos y a ser generosos con todo aquél que lo necesite, independientemente de su condición.
Al bendecir a los hijos de Yósef, Yaakov pone la mano derecha sobre la cabeza del menor y la izquierda sobre el primogénito de los hijos de Yósef, que al reclamar el error, recibió como respuesta que el más pequeño sería más grande que su hermano. Ese día instituyó la bendición a los hijos, que diríamos de ahí en delante, “Haga el Eterno que seas como Efráim y Menashé”.
¿Por qué deberíamos pensar que el simple hecho de tener una condición mejor que cualquier otro individuo, nos hará mejores, más importantes y poseeremos mejores bienes materiales, así como una mejor familia? Y no hablo solamente de ser mayor en edad, sino en tener cualidades y características mejores que otra persona. ¡No hay una garantía en ello! Bien puede ser que alguien menos favorecido que nosotros sea más socorrido por la fortuna y tenga mejores condiciones de vida en un futuro. Esto pensando en que lo importante fuesen los bienes materiales, pero ¿y si lo verdaderamente importante se manifiesta desfavorable para nosotros? ¡Tal vez haya personas cuyos conceptos de justicia, de fraternidad, de solidaridad y de respeto a los demás estén muy por encima de los nuestros, y sus actos sean completamente congruentes con esos conceptos!
Cuenta el Midrash que antes de bendecir Israel, o Yaakov a sus hijos les preguntó:
Y como respuesta sus hijos levantaron las manos al cielo y dijeron:
Yaakov reconfortaado dijo entonces:
Luego dio órdenes y encargos a sus hijos, terminando con esto la educación de ellos. Entonces murió físicamente, para vivir a través de todos los hijos de Israel. El Talmud dice: “Yaakov Avinu Lo Met” (Nuestro patriarca Yaakov no murió). “Ma Zaró Bajayím, Af Hu Bajayím” (Al igual que su descendencia está viva, él está vivo).
Esto es la promesa de vida de los B’nei Israel, que siempre pervivirán, pues Yaakov Avinu está vivo en cada judío del mundo, y esta cultura ha sobrevivido a cualquier otra cultura a través de milenios. Griegos, Persas, Babilonios y Romanos acabaron siendo aniquilados por el tiempo; y el Pueblo del Libro, sigue vivo, Israel sigue vivo, como dice el Hatikváh “Kol Od Balevav P’nima, Nefesh Yehudi Homiah…” (Mientras en lo profundo del corazón palpite un alma judía) no perderemos la esperanza de ver este pueblo vivo ad-æternam.
Dice el Midrash que cuando Yosef volvió de enterrar a su padre, llevó a sus hijos a Dotán y junto al pozo les dijo: “Hace algunos años, vuestro padre estuvo en este pozo, desnudo, con hambre y sed y expuesto a reptiles, pero su fe en Dios le salvó”.
También nosotros, por supuesto, cuando nos encontremos en una circunstancia que nos haga sentir que estamos dentro de un pozo profundo y oscuro, sin esperanza, con hambre y sed de justicia, y expuesto a nuestros más enconados enemigos, sólo habrá un camino: confiar en que Dios nos proveerá de los elementos que nos permitan salir bien librados de todo esto.
Por supuesto que la lectura de la Haftará, en Reyes I, cap. II tiene un estrecho paralelismo.
A la muerte del rey David, llamó a su hijo Shelomó para darle indicaciones de lo que debía hacer a su muerte. Inicia con la recomendación de andar por los caminos del Eterno y observar sus decretos, mandamientos, leyes y testimonios, como está escrito en su Torá. De la misma manera, le encarga resolver varios asuntos pendientes, y le dice “confío en tu sabiduría”.
Pareciera que Israel, como a sus hijos que somos, nos preguntase diariamente: ¿sigue firme vuestra creencia en el Eterno? Y sabemos que dentro del Judaísmo Liberal, éste es el único dogma que tenemos: la creencia en el Eterno, y que la respuesta correcta, día tras día, deberá ser: “El Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno”.
Deberíamos sentir, que la respuesta nos la da el Rey David, que nos indica que el camino es observar la Torá, y nos responsabiliza de tener sabiduría. ¿Cómo podremos tenerla? Cuando logramos sincronizar lo que hacemos, pensamos y sentimos, adquirimos la integridad; y cuando actuamos con sensatez, integridad, discreción, moderación y prudencia, estamos trabajando en conseguir, gracias a esa experiencia, la sabiduría.
B”H.
Tevet 17, 5781.
Enero 2, 2021.
Yitzjak ben Avraham ve Saráh
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