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HAFTARÁ  VAERÁ

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Yejezquel 28:25-29:21

‘Yo, el Señor, digo: Reuniré al pueblo de Israel de entre las naciones donde está disperso, y mostraré mi santidad a la vista de las naciones. Israel se establecerá en su propio país, el país que di a Jacob, mi siervo. (Ezequiel 28:25).

El relato de esta Haftará reitera la promesa que el Eterno hizo a nuestros padres Avraham, Itzjak y Yakov, de que su descendencia heredaría la Tierra de Kenaan, tierra donde fluye la leche y la miel. 

Es a partir de este momento que Dios ejecutará toda una saga de eventos fantásticos, dignos de una serie de Netflix, para demostrar su poder y doblegar al Faraón y que éste último deje salir a su pueblo de la tierra de Mitzraim. Moshé sería el caudillo destinado para esta misión y por mano y voz de él el Eterno habría de manifestar su voluntad.

Pues bien, en este relato de Ezequiel, se habla de un nuevo retorno de los Benei Israel a su tierra; sólo que, a diferencia del éxodo de Egipto ahora Dios los reunirá de entre todas las naciones, con la salvedad de que morarán con seguridad y harán florecer el desierto con viñedos, muy similar al concepto de “la Tierra donde fluye leche y miel”.

Como es de saberse, el pueblo judío ha vivido a lo largo de su historia una gran cantidad de exilios, no sólo de Eretz Israel sino incluso de otros países como España y Alemania, por ejemplo. Lo que hace de su supervivencia un milagro en la historia de las civilizaciones, como lo menciona el Rabino Jacques Cukierkorn en su libro HaMadrij.[i] Lo que es realmente notable es el hecho de que, como todos sabemos, una civilización nace y muere, según Oswald Spengler[ii], pero el judaísmo a pesar de ser milenario permanece hasta nuestros días. Es aquí donde surge la idea que quiero desarrollar. 

El judaísmo no es el mismo que el de la época de los hebreos que salieron de Mitzraim, pues ha sido influenciado por las culturas de los lugares donde se ha asentado el pueblo a lo largo de los diversos exilios. Si bien, el judaísmo tradicional se ufana de que las tradiciones no han cambiado desde el Matán haToráh, es para nosotros claro que sí han sufrido transformaciones, muchas de ellas influenciadas por la cultura babilónica, etc. 

Lo anterior es lo que ha permitido que, inclusive en nuestros días, el judaísmo sea más rico en cultura y tradición y como ejemplo podemos mencionar los diferentes minaguim de los servicios y la lectura de la Toráh; hasta las formas de celebrar las fiestas judías como Pesaj o Rosh Hashaná.

Gracias a que los judíos se encuentran dispersos por el mundo, es que se mantiene vivo el concepto de judaísmo propiamente dicho, ya que la evolución es lo que hace que la tradición no muera, por ello, al retomar las palabras de Ezequiel en esta Haftará: 

“Reuniré al pueblo de Israel de entre las naciones donde está disperso, y mostraré mi santidad a la vista de las naciones”.

Se puede pensar que el proceso de retorno se trata de un hecho consumado, pero no es así; en realidad se trata de un constante retornar del pueblo a su Tierra porque con ello se enriquece y mantiene vivo el espíritu del judío. 

A diferencia de otras expresiones del judaísmo donde se trata de evitar a toda costa la asimilación, el Judaísmo Progresista reconoce y valora los aportes culturales e intelectuales como algo valioso que coadyuva a crear un judaísmo cada vez mejor. 

Por otro lado, en el capítulo 37 de Ezequiel se menciona el relato del Valle de los Huesos Secos, donde el Eterno compara a su Pueblo con eso huesos que por palabra del profeta vuelven a la vida, siendo recubiertos de tendones, carne y piel, y le es insuflado aliento de vida. Al término de este, Dios declara que esos huesos representan a Israel que ha de retornar a su Tierra.

Existen opiniones que aseguran que este pasaje bíblico se refiere a la fundación del Estado de Israel, que al igual que esos huesos muertos, volvieron a vivir para tener una Patria para todo judío en el Mundo. Sin embargo, yo me atrevo a pensar que este retorno no es únicamente físico, es decir, no se trata sólo de contar con un “territorio”, porque el judaísmo es más que una porción de tierra. Sino también de un retorno del alma, donde tanto tú como yo tenemos cabida, es, a saber, el proceso de Tshuvá de cada uno de nosotros.

Nuestro retorno al judaísmo, que en nuestro caso se dio por una conversión, también ha contribuido a que éste se enriquezca y se mantenga vivo, pues lo hemos complementado con nuestras ideas, opiniones, formas de llevar a cabo los servicios religiosos y las fiestas. 

Entre todos nosotros hemos contribuido a cambiar el paradigma de que el judaísmo es único, pues cada uno vive su judaísmo de manera personal y eso es lo que lo ha mantenido vigente; ya que no existe una sola forma de ser judío. Por ello mi consejo es: “sé quién eres de manera auténtica, ya que con esto contribuyes a crear un judaísmo cada vez mejor”, porque como dije anteriormente, el proceso de retorno a nuestro pueblo no ha terminado, por el contrario, hoy está más vivo que nunca.

Shabat Shalom

Redactada por Eyal Wong 

28 de Tevet de 5782.

1 de enero de 2022.

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[i] Cukierkorn, J. (2002). HaMadrij: la guía. USA: asociación Europea de Estudios Judaicos. Pág. 17.

[ii] Eban, A. (1987). Legado, la civilización y los judíos. Madrid: Sheva Publicaciones.