HAFTARA TAZRIA
(Reyes 2 4:42 – 5:19)
Un común denominador de los relatos que involucran la parashá y la haftará Tazria, es un padecimiento muy temido en ese tiempo, la lepra (tzaraat), provocada por un patógeno muy resistente, el cual, después de un largo periodo de incubación (3 a 5 años), comienza a generar daño en tejidos y nervios periféricos, ocasionando también, perdida de sensibilidad en las áreas afectadas, pudiendo incluso, llegar a afectar vías respiratorias.
A lo largo de la historia, los enfermos de lepra se han visto condenados al ostracismo por sus comunidades y familias, debido a las consecuencias que genera dicha enfermedad pues el aspecto de los infectados es desagradable debido al deterioro físico.
Es hasta el siglo XX (decenio de 1940) cuando se obtiene un tratamiento realmente eficaz en contra de esta enfermedad y que actualmente es tratado con una poliquimioterapia, es decir, utilizando tres principios activos distintos.
La haftara tazria, se desarrolla durante las tenciones entre Israel y el pueblo arameo (Siria), que involucra principalmente, a Naamán, general en jefe del rey de Aram (Siria) y Eliseo, profeta sucesor de Elías.
Naamán, quien era un hombre de gran importancia para el Rey de Aram, padecía de esta terrible enfermedad la cual en ese tiempo y durante siglos después, era incurable. La situación para quien la padecía era ominosa, tanto física como moralmente pues eran excluidos de sus comunidades e incluso estigmatizados como objetos de algún castigo divino, en la lectura de la parashá se menciona como “maldición”, así que ya nos podremos imaginar lo que significaba para la gente padecer este mal.
Se puede observar la fuerza de carácter del general sirio, a pesar de su enfermedad, era el hombre de confianza del rey, había logrado grandes victorias para su pueblo, se menciona que El Eterno estaba con el.
Ante esta situación, una joven de Israel, hecha cautiva por los arameos y esclava de la esposa del general, sugiere que vaya a ver al profeta de Samaria (Eliseo), quien lo curaría. Aun cuando la situación entre Siria e Israel es tensa, Naamán acepta ir y se lo comunica a su rey. Este lo envía con una carta dirigida al rey de Israel, pidiéndole que lo cure.
Podría interpretarse que el rey sirio busca un acercamiento, un acto de buena fe, así como mostrar la valía de su general para él pues lo envía con muchos presentes.
La respuesta del rey de Israel es muy suspicaz y violenta, al grado de rasgar su ropa, interpretando este acto como una provocación a la guerra.
Eliseo se entera de esta respuesta del rey y le dice: “deja que Naamán venga a mí y así sabrán que hay profeta en Israel”.
Finalmente, Naamán se presenta a la puerta de Eliseo, éste, solo envía un mensajero quien le indica que se sumerja 7 veces en el rio Jordán y así será curado de su enfermedad, esto no es mas que un rito judío, la tevilah (inmersión completa).
A Naamán le ha parecido una descortesía ese recibimiento, además no cree que con algo tan simple él pueda ser curado, se retira furioso diciendo que en Siria sus ríos son mejores que el Jordán. Sus hombres lo convencen de hacer lo que le fue indicado, para que su viaje no sea en vano, así que termina lavándose en el Jordán, y de esta manera es sanado de la lepra.
Agradecido, el general sirio le ofrece a Eliseo un regalo, el cual el profeta rechaza con firmeza. Naamán ofrece adorar al Dios de Israel por el resto de sus días, solicitando permiso para participar en los ritos de su pueblo, que por su rango, debe cumplir por ser el hombre de confianza del rey sirio a lo cual Eliseo responde: “vete en paz”.
¿Que enseñanza podríamos encontrar en este relato?
Los arameos vivían en tensión con Israel, eran extranjeros y sin embargo acude uno de ellos por ayuda. Esto nos enseña el buscar la paz y ayuda mutua con nuestros semejantes y conciliar las tensiones, si así fuera posible.
A veces podrían llegan a nosotros muestras de buena fe, y que por nuestra desconfianza y el no analizar con detenimiento la situación, o también por dejarnos envolver por el miedo, podríamos estar rechazando una oportunidad para poder vivir en paz.
Naamán esperaba todo un ritual complicado para su curación, sin embargo, Eliseo envía un mensajero con las indicaciones para ese efecto, lo cual le parece muy simple, sumergirse en el Jordán.
Nosotros también podríamos necesitar esa purificación, que nos quite ese daño y mal aspecto que dos dan nuestras malas acciones u omisiones hacia los demás, a veces, tan desagradables como la tazriá, provocando que perdamos sensibilidad ante lo que ocurre a nuestro derredor.
Sumergirnos en el rio de nuestra propia introspección, 7 o las veces que sean necesarias hasta convencernos a nosotros mismos que la empatía hacia la gente que nos rodea, empezando por nuestra familia, es lo que realmente nos hará mejorar como personas.
Así como Eliseo mostró a Naamán, esto es simple, no es necesaria tanta ritualidad para hacerlo, solo decidirlo y desear realmente cambiar las cosas, y no porque una mizva nos lo ordene sino porque sabemos que es lo correcto.
Como decimos en México: “Pa’ que tanto brinco estando el suelo tan parejo”.
Ya para concluir, Eliseo nos enseña también que después de hacer el bien, de hacer justicia, no debemos esperar más recompensa que la satisfacción de haber realizado una buena acción y alegrarnos con la alegría de otros y sin esperar favores divinos como pago.
De hecho, es la ideología de nosotros los judíos: al cumplir con las mizvot, nuestra recompensa es el cumplimiento de esas mizvot.
Shabat shalom a todos!
1 de Nisán de 5782
2 de Abril de 2020
Yaakov ben Avraham veSaráh
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