Parashá Bamidbar
junio 8, 2019
Parashá Behaalotejá
junio 22, 2019
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Parashá Nasó

Bamidbar 4:35 – 7:89

Esta semana en la Parashá, se lee sobre el censo a los hijos de Guereshón. La tribu de Leví, acampaba alrededor de la Tienda Sagrada organizada en cuatro grupos que ocupaban cada uno de los puntos cardinales: En el norte, donde está Dios (heb. tzafón), estaban los hijos de Merarí, que llevaban todas las maderas que se necesitaban para el armado de la Tienda; en el sur, donde mora el temor de Dios  (heb. darom), los hijos de Kehat, que transportaban el Arca; en el oriente, donde está el equilibrio (heb. mizraj), Moisés, Aarón y sus hijos, que eran los guías espirituales del pueblo; en el occidente, donde encontramos la sabiduría (heb. ma’arav), los hijos de Guereshón, encargados de la tienda, cubierta, cortinas, etc.

Según el Midrash, pese a que Kehat era más joven que Guereshón, los kehatitas tenían un servicio mucho más importante, puesto que llevaban el Arca. Guereshón era el hijo mayor de Leví, pero sus hijos no tenían el grado de perfección que tenían los hijos de Kehat. El sabio es superior al gobernante. El gobernante puede ser y es sustituido sin ningún problema en caso de falta temporal o definitiva; pero sustituir a un hombre sabio es una empresa casi imposible, pues cada uno de ellos posee sabiduría y la esparce a todo el que quiera conocerla. ¿De qué serviría si no, tener la sabiduría y ocultarla del dominio de los demás? ¡Darla a conocer es lo que conocemos como progreso!

Se menciona una ley sobre la mujer sospechosa de haber incurrido en infidelidad, y el Midrash dice que nunca fue aplicada en el pueblo de Israel, de la misma manera que jamás se aplicó la del hijo contumaz y rebelde. Al parecer se hizo una ley que hablaba con tal dureza de lo que pasaría en caso de que un hombre celoso tuviese como sospechosa a su mujer, porque los orientales eran muy dados a la celotipia, y de esa manera calmaban sus ánimos.

El Rabino Shimon ben Lakish, del S. III de la EC, escribe en el Talmud que “las frivolidades” tanto en los hombres como en las mujeres, son causadas por desajustes mentales, y puede verse incluso en la palabra que los designa, pues al cambiar solamente un punto de la letra Shin, la palabra hebrea Tistéh que significa “salirse del camino” se transformaría en Tishtéh, y su raíz es la alienación mental. Por supuesto que no hay responsabilidad de sus actos, pensamientos ni sentimientos, por la inimputabilidad de la persona enferma y desequilibrada. Esa es la razón de que no se aplicase.

En este pasaje de la Toráh se denomina Sotah a la mujer sospechosa de adulterio y que debe someterse a una prueba ritual de las aguas amargas para confirmar su culpabilidad o inocencia; y nos enseña a velar por nuestra apariencia, pues no es suficiente con no hacer el mal, debemos evitar también su apariencia. No hacer, pues, cosas buenas que parezcan malas. Amargo será nuestro aprendizaje si lo hacemos. Nos enseña que los celos son una enfermedad del alma, con efectos terribles que harán infeliz a todo aquél que transcurra por ellos, y a quienes tienen el infortunio de estar cerca de ellos.

En el Talmud dice que “los celos, el deseo y el honor sacan a una persona del mundo”, a causa de que los celos no son más que una emoción sumamente destructiva, que nos hace actuar de maneras reprobables y causa una gran confusión a nuestra alma. Cada vida nuestra se experimenta de manera holística, por lo que si sentimos celos por el auto del vecino, bueno sería que nos preguntásemos, ¿estaría dispuesto a asumir TODO lo que el vecino tiene? ¿Su esposa, sus hijos, su casa, su auto, sus enfermedades, su trabajo, su apariencia, su familia, sus sufrimientos, todo? Por supuesto que nuestros celos, generalmente se aíslan y reducen a un aspecto que nos parece atractivo de su vida y nos causa amargura porque refleja una carencia nuestra.

Los celos de pareja se experimentan cuando sentimos que nuestra relación se encuentra amenazada, pensando que nuestra pareja le da a otros individuos lo que en derecho nos corresponde a nosotros; entonces se experimentan emociones muy negativas como miedo, enojo, desconfianza, humillación y dolor; y damos rienda suelta a actitudes que lastimarán a otros y a nosotros mismos: como la culpa, devaluación y comparación.

De esta parte deducimos que todo aquello que hagamos para restituir la paz en el matrimonio, solamente puede honrarnos. El Midrash relata la historia de cómo Rabí Meir se dejó escupir siete veces en los ojos, para restablecer la paz en un matrimonio. Rabí Meir era descendiente de conversos, igual que Rabí Akiva, que nos dicen que las grandes almas a veces brotan de manantial oculto. El judaísmo, nos dicen nuestros Jajamim,  no es para practicarse en aislamiento y soledad, sino en familia y comunidad. La familia crea la unidad y la vida judía, ahí se enseña y se aprende y se transmiten los valores, perpetuando así el pueblo y la cultura judíos.

Esta Parashá trata también sobre el voto de Nazireato. Nazir o Nazireo era la persona que se consagrara durante cierto tiempo o por toda la vida al servicio de Dios. Debía abstenerse de beber vino, de comer cualquier producto de la vid, de cortarse el cabello en señal de santidad, y de aproximarse a los muertos, así fueran sus parientes cercanos o lejanos. Por supuesto que los Nazireos podían ser hombres y mujeres y se creó para ser un voto perpetuo, pero después se modificó y era por un período de tiempo. Al término de este tiempo, realizaba una ofrenda y un ritual en el cual se rapaba.

Es en esta Parashá donde Dios da a conocer a los Cohanim cómo deben hacer una bendición (conocida como Bircat Cohanim). Siendo que los Cohanim no eran seres superiores, sino sólo el vehículo por el cual Dios hacía llegar sus bendiciones al Pueblo de Israel, no podían entonces bendecir de manera arbitraria, sino con la fórmula que Dios mismo les hacía conocer.

B”H

12 Sivan 5779
Rodolfo Gallardo Rosales

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