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Yom Kippur

Día de la Expiación.

En este día, todo gira alrededor del concepto de perdón. Creo que muchos piensan que es algo muy simple, y que con un sencillo ayuno de veinticinco horas ya podemos considerarnos libres de lo que hayamos hecho en todo el año, ¡y a volver a transgredir todo lo que se nos ocurra! Si tratamos este tema a fondo, en este tiempo tan terrible que nos ha tocado vivir, veremos cosas que no nos gustan sobre la conceptualización del perdón como constructo social.

Perdonar.

Si tienes que perdonar a alguien es porque primero lo juzgaste y condenaste. Si comprendieras, no tendrías nada que perdonar; y bajo estas circunstancias, la primer persona a quien deberías perdonar, es a ti mismo, por haber juzgado y condenado a los demás.

Quien te ofendió no lo hizo porque eres tú. Lo hizo por lo que hay en su cabeza y en su corazón; por su historia personal, experiencia y educación. Dice el Principio de la Razón Suficiente de Leibnitz que cada cosa (e individuo por extensión) tiene razones de sobra para ser de esa manera y no de otra. Y el hecho de que no las conozcamos, no significa que no existan.

Perdonar no es absolver a quien realizó una transgresión. No es aliviar sus sentimientos de culpabilidad. Pero tampoco lo perdonas porque el ofensor lo merezca, sino porque tú mereces vivir libre de odio, rencor y resentimiento.

Perdonar es un proceso interior personal de varias etapas:

La etapa de dolor, hace que te lastime profundamente el daño que se te ha hecho. Entras en contacto con ese dolor. Te duele pero se trasciende. Aunque hay quien se instala en ese dolor, en el papel de víctima adicta al sufrimiento, y que generalmente acaba sola. 

La etapa de la rabia, hace que te enojes por el daño que se te hizo, como respuesta natural del ser humano. Para trascenderlo, debes hablarlo para dejar ir esa rabia. Desgraciadamente hay quien transforma esa rabia en planes de venganza, repasando una y otra vez cómo vengarse. O te reclama toda la vida el daño que se le hizo.

La etapa de la negación, es la más peligrosa, quieres sentirla menos comparando el daño que se te causó con el que han recibido los demás. Minimizas el daño negando lo que ocurrió. Pero te puedes quedar ahí para siempre, al sentir lástima del ofensor.

La etapa de comprensión, te permite entender qué pasó en realidad, y te da una idea de por qué la otra persona actuó así contigo. Al comprender, deshaces tus resentimientos y los sueltas.

La etapa de aceptación te lleva a ver con claridad quién hizo qué y la razón por la que te dañaron tanto sus acciones o sus palabras. 

La última etapa es el perdón, y entonces, sacas de tu corazón el resentimiento contra la persona que te hizo el daño, y así quedas libre.

No perdonas porque crees que indultas y absuelves de toda culpa al ofensor; pero no es así; éste tendrá que enfrentar la consecuencia de sus actos, y en esto tú no tienes nada que ver. No hay premios ni castigos por tus acciones, sólo consecuencias.

¿Quién se hace más daño, el que odia o el que es odiado? La persona que más daño nos ha hecho somos nosotros mismos. Y por cierto, la persona con quien más resentimiento guardas, es a quien le has hecho más daño.

La visión del mundo de cada uno de nosotros es muy reducida. Heredada de cuentos, tradiciones, historias, que dejaron huella en nuestras vidas. Pero si algo nos debe quedar claro es que en realidad no perdonas al individuo, sino sus acciones o sus palabras que te dañaron.

El perdón libera, ennoblece y enaltece a quien lo otorga, no a quien lo recibe. Aunque no te obliga a tener una relación personal amistosa con la persona perdonada. 

Pedir perdón.

El primer requisito es identificar a aquellas personas a las que has causado algún daño. Luego reparar el daño devolviendo lo que no te pertenezca. Si robaste, regresar los bienes, por ejemplo. Si el caso es que destruiste, construir de nuevo lo destruido, o pagar por que lo reconstruyan.

Para hacer esta “reparación del daño” primero hay que perdonar lo que esta persona te haya hecho, y hasta entonces podrás pedir perdón. Ésto es muy doloroso. Duele mucho entender los daños hechos en las cosas intangibles, como las cinco heridas que habrás recibido en la infancia y que menciona Lise Bourbeau: rechazo, abandono, humillación, traición e injusticia. También la burla, la descalificación, avergonzar a alguien, censurarla, etc. 

Para pedir perdón debes prepararte mental y emocionalmente reconociendo cada una de las cosas que hiciste. ¡Por supuesto que es doloroso! Tu mente va a tratar de dispersarte y distraerte. A engañarte pensando que no fue tan grave. “La mente puede ser un sirviente fabuloso, pero es un amo terrible”, dice Robin Sharma.

Sabiamente Bill W. Y Bob S. fundadores de Alcohólicos Anónimos, dicen que se debe reparar directamente el daño causado siempre y cuando con esto no se cause otro daño.

Por supuesto que esto no obliga a nadie a perdonarte. Puede ser que te otorguen el perdón, pero también puede ser que no lo hagan. Puede ser que la otra persona se ponga a hacerte una larga lista de todas las cosas que has hecho y que tú conoces, y hasta te mencionará las que tú no conoces.

Puede que te digan: “No pidas perdón, mejor cambia. Mejor hazte responsable. Mejor ya consigue trabajo. Mejor trata bien a tu familia”, etc. 

Reparar daños es enfrentar las consecuencias de tus actos y cambiar tu sistema de hacer, pensar y sentir. Pero además no se trata de ir y pedir perdón hasta de rodillas. Eso cualquiera lo hace. La verdadera reparación de daños es el cambio consistente y permanente de tu sistema equivocado de hacer, sentir y pensar. ¿Hasta cuando? ¡Hasta que mueras! 

Así, el Día de la Expiación tiene un significado real y humano. Un sentido. Una dirección. Deja de ser un ritual y se convierte en un símbolo de lo real y verdadero.

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Rodolfo Gallardo Rosales.

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