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Parashá Bo

La parashá de esta semana nos presenta la historia de las últimas tres plagas que El Eterno hizo caer sobre Egipto y los diálogos entre Moshe y el Faraón en la búsqueda del primero de la liberación del pueblo de Israel.

La historia es bastante conocida, e independientemente de que la queramos ver de una manera literal o metafórica, ésta nos entrega una serie de enseñanzas que le dan forma al judaísmo, tanto de una manera ritual, como espiritual.

Desde la primera perspectiva, aquí encontramos la institución de la forma en que celebramos Pésaj, asociando el mismo al momento en el que El Eterno hace descender su poder e identifica al pueblo de Israel como su elegido, evitando que la última plaga, terrible por cierto, lo toque. Las señales externas que son colocadas en los dinteles de las casas de los israelitas nos marcan además algunos elementos que utilizamos de forma ritual para identificar un hogar judío el día de hoy, como la mezuzá. Por otro lado, la forma en la que se le pide al pueblo que haga la celebración sirve de base para posteriormente conformar el Seder de Pésaj, y por si fuera poco, de una manera velada nos hace partícipes de la obligación de enseñar a nuestros hijos la historia de este suceso para de esa forma conformar la identidad del pueblo y que ellos en el futuro hagan lo mismo con sus hijos buscando la continuidad del pueblo con el que El Eterno ha hecho un pacto.

Por otro lado, de manera metafórica encontramos los siguientes elementos que al igual que los signos externos, darán la conformación de la ética del judío en el futuro, los cuales me permito enumerar a continuación:

  1. El Eterno envía a Moshe a hablar con el Faraón, indicándole qué es lo que debe de hacer, y al mismo tiempo endurece su corazón… parecería una contradicción ya que de igual forma pudo haber suavizado el alma del mismo, sin embargo aquí encontramos una gran verdad. Por más alejados que estemos en un momento dado de El Eterno, siempre tendremos la oportunidad de regresar a Él, pero de la misma forma que nos abre la puerta para ello, nos coloca dificultades en el camino para que seamos nosotros al final quienes tomemos la decisión de cambiar haciendo el esfuerzo máximo en ello. El Eterno no quiere que seamos solo unas ovejas que responden de manera automática a su llamado, sino que desea que seamos unos leones que luchan contra su propia naturaleza para que ese cambio (la santidad) sea un proceso ganado con esfuerzo personal.
  2. Esta parashá nos narra las últimas tres plagas… y los dinteles de las puertas de las casas tienen tres elementos. El judaísmo está basado en tres grandes pilares, que son La Toráh, La oración y las buenas acciones. No basta ser dedicados en solo uno de ellos, por el contrario, El Eterno nos pide un equilibrio entre esos tres elementos. El estudio, la oración y sobre todo, el actuar en este mundo en la búsqueda de su mejora. No se puede ser un judío aislado o ermitaño, somos partícipes de comunidades que exigen tanto nuestra interacción como nuestra acción en la búsqueda de su mejora.
  3. Al pedirnos que narremos esta historia en Pésaj, lo que en realidad hacemos es algo que pocos pueblos habían hecho hasta esa época, y es la de preocuparnos por la educación de nuestros hijos y la transmisión de los valores éticos que el judaísmo exige de nosotros. Recordemos que aquellos que hemos pasado por un proceso de conversión, al final del mismo nos piden que nos comprometamos a educar a nuestros hijos como judíos, no solo de forma, sino de espíritu y ética. Aquellos que tenemos hijos, sabemos que ellos verán en nosotros el ejemplo a seguir, no importando si tienen cinco o treinta años. No lo debemos de olvidar, ellos son a quienes en primera instancia debemos demostrar con hechos que tenemos ciertos valores que son importantes como judíos.
  4. Y de una manera aparentemente casual, se establece un precedente muy interesante. Al mencionar que el pueblo comienza su salida de Egipto, se nos narra que las mujeres del pueblo iban danzando y haciendo ruido con sus panderetas. Esta cita siempre me llamó la atención ya que parecería una acción menor y hasta cierto punto intrascendente, pero no olvidemos que están en movimiento con sus cosas, sus hijos y su ganado por lo que de inmediato se pensaría que deberían de estar más ocupadas en vigilar sus familias y casas, pero al mencionar esta acción y pensarla con detenimiento, encontramos un elemento de diferenciación hacia ellas, ya que en medio de todo el caos que debió haber sido esta migración, las mujeres israelitas son las más optimistas en la palabra dada por El Eterno y marchan con alegría y de forma ruidosa celebrando esa confianza. Es quizá el mejor reconocimiento que se le hace a la mujer dentro de esta parashá, no olvidando que la mujer israelita ha sido quien se ha mantenido fiel al pacto y ha hecho más de lo necesario para que los hombres de Israel no lo abandonen.

La parashá Bo nos entrega una gran cantidad de enseñanzas éticas en lo que aparentemente es un relato violento y sangriento, y la primera de ella es quizá que no debemos de dejarnos llevar por la apariencia de las cosas y de los eventos, siempre encontraremos un mensaje ético en ellos.

Esta parashá nos ha enseñado el qué hacer, por qué hacerlo, quién debe de hacerlo, pero sobre todo, para qué y para quiénes debemos de hacerlo.

El ser judío es una gran responsabilidad, no solo es cómo debemos de ser, sino para qué lo debemos de hacer. Vivamos nuestro judaísmo en nuestras familias, nuestro círculo cercano, nuestra comunidad, pero sobre todo, no olvidemos que tenemos un mundo que debemos de mejorar tanto con nuestro ejemplo como con nuestras acciones.

Shalom.

6 Shevat 5780
Elad ben Abraham ve Saráh

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