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Parshá Vaetjanán

Moshé habría sido líder de toda una generación que mudaban de esclavos a hombres libres a lo largo de su travesía por el desierto hacia la tierra prometida, y en esta lectura, Moshé suplica al eterno que le perdone y le permita realizar su sueño de entrar a la Tierra Prometida, haciendo un último intento de entrar. La súplica inicia alabando al Eterno y después haciendo la petición. En el Talmud, el Rabino Samlay (Yalkut) hace hincapié en que éste es el orden en que debe orarse, primero alabando al Eterno y reconociendo su poder y su grandeza. Una muestra de que hemos seguido al pie de la letra este formato, es la Amidá o Shemoné Esré que contiene dieciocho bendiciones y se recitan de pie. 

Moshé duda, pues de que la sentencia que el Eterno ha pronunciado contra él sea solamente conminatoria y no definitiva y le insta para que le deje pasar el Jordán y ver la tierra que había albergado a todos sus antepasados y a los Patriarcas; este deseo nacía de un amor entrañable hacia su pueblo, junto con el cual quería llegar a la Tierra Prometida.

La súplica de Moshé muestra un dolor indescriptible por estar condenado, dice el Midrash que por la falta cometida y descrita en Bemidbar, a morir en el desierto junto a la generación que tanto amó y a quien le hubo transmitido la palabra del Eterno durante cuarenta años. Le pide pasar hacia los montes (Yerushalaim) y hacia Lebanón (donde se construiría el Templo) y conforme nos lo hace saber el gran exégeta Rashí: ¿Por qué se conoce el Templo como Lebanón? Lebanón tiene su raíz en la palabra “labán” o blanco y se dice que el Templo “blanquea los pecados de Israel”. 

Sin embargo, el Eterno permanece fiel a su palabra diciendo un “¡Basta! No vuelvas a hablarme sobre este asunto” y no se lo permite. Moshé moriría en el desierto, y su tumba permanecerá desconocida y nunca nadie podrá honrarle junto a ella. Moshé cumplió con su misión, aunque no pasó el Jordán, como el Eterno se lo hizo saber, guió y aconsejó a Yeoshúa (Josué) para que sea el líder que llevara a esta Nación Espiritual hacia la Tierra Prometida. 

Moshé se dirige al Pueblo e insiste en que los padres deben transmitir la herencia espiritual a los hijos y a los nietos y dice el Talmud, en “Bereshit” que “el Padre que enseña la Torá a sus hijos tiene el mismo mérito que quien la hubiese recibido directamente del Sinay” y en “Shabat” dice que “No se puede suspender la instrucción de los niños ni aún para construir el Templo de Yerushalaim”.

Moisés menciona los diez mandamientos y se notan algunas ligeras modificaciones a los que el Eterno dio en el Sinay: en el cuarto mandamiento en lugar de “Zajor et yom hashabat lekadeshó” (Recordarás el día de Shabat para santificarlo) dice: “Shamor…” (Guardarás) y dice el Talmud que no fue Moshé quien la cambió, sino que el Eterno dijo ambas palabras en una sola, y el poeta Shlomó Haleví el Kabetz dice en su poesía Leja Dodí: “Shamor vezajor bedibur ejad, hishmianu El hameyujad” (Guardar y observar nos hizo oír el Dios único en una sola palabra).

¿Qué podemos aprender de la lectura de la Parashá? Que no debemos perder la fe ni la esperanza pese a nuestras faltas cometidas. Siempre recordando que el Eterno es grande y generoso. Y creo que la parte más difícil es la de entender que El puede tener ya una decisión sobre nosotros y debemos acatar su voluntad, aunque ésta sea dolorosa.

Si tratamos de identificar cuidadosamente cuál fue la falta que Moshé cometió y que le costó no poder entrar a la Tierra Prometida vemos que el Eterno prometió que ninguno de los que se rebelaron en su contra (después de llegar los espías y asegurar que había gigantes en Canaán) y ahí podemos hacer una inferencia lógica que nos mostraría que el pecado pudo ser que: a) haber mandado espías y no confiar en la palabra del Eterno; b) no haber acompañado a los espías o c) siendo un líder no supo apaciguar la rebelión. ¿Podría ser que en Kadesh Barnea le dijo el Eterno que hablase a la roca para que le diera agua y él la golpeó? ¿Enojarse llamando al pueblo elegido “rebeldes”? ¿Dudar de la palabra del Eterno al preguntar al pueblo si creían que podía hacer brotar agua de la roca? ¿Haber creído que él y Aarón hicieron el milagro y no el Eterno? Se han hecho análisis muy exhaustivos y se han inferido más de diez pecados de Moshé. Sin embargo, no se le puede encontrar escrito en ninguna parte y puede ser que haya sido escrito así para que nadie supiera qué pecado habría cometido, y no se avergonzara públicamente al más grande profeta de nuestra historia que ha nacido de Israel.

Nos enseña esta porción, cómo debemos cumplir a cabalidad con nuestra misión en cualesquiera de los contextos en que estemos. No debemos observar si los demás cumplen o no con su deber. Nosotros cumplimos porque eso es lo éticamente correcto. Por ejemplo, si en nuestro trabajo hay quienes no cumplen con las labores por las que están recibiendo un salario, o lo hacen mal o de mala manera y de cualquier forma reciben un emolumento por ello; nunca debe ser el parámetro que norme nuestra conducta; para nosotros como judíos no vale el “Si todos lo hacen, ¿por qué yo no?”. Cumplimos porque eso es lo correcto, y porque con eso nuestra conciencia está satisfecha.

No podemos ser judíos aislados de nuestra familia, el judaísmo se vive en comunidad. Los preceptos éticos que aprendemos, analizamos y practicamos día a día, deben ser comunicados a nuestra familia: hijos y nietos deben aprender normas de comportamientos adecuadas a lo que nosotros creemos. El mismo Shemá, que recitamos dos veces al día, nos lo indica “Y estas palabras que yo te mando hoy, las guardaréis en vuestros corazones; y las enseñaréis diligentemente a vuestros hijos…” esto no podemos soslayarlo, debemos hacerlo de manera constante y no dejarlo de hacer por más importantes que sean nuestras tareas.

Nosotros creemos que los preceptos del Decálogo fueron dictados por inspiración divina, en razón de lo cual, han prevalecido más de tres mil años. Si éstos hubieren sido escritos solamente por medio de la razón pura, como decía Kant, seguramente no serían tan profundos dentro de su corta redacción. Así de importantes son.

En la Haftará, Isaías dice: “Preparad el camino para hacer volver a los cautivos; allanad en el yermo una calzada para el Eterno que andará entre ellos. Todo valle sea elevado, todo monte y colina rebajados y lo torcido sea enderezado y los lugares escabrosos, allanados”.

Y agrega: “Clama y mi espíritu responde ¿qué he de clamar?” y hace un parangón de las criaturas malas con la hierba y su benevolencia con las flores, y dice “se seca la hierba, se marchita la flor, mas la palabra del Eterno permanecerá por siempre”.

¿Cómo preparamos el camino? Dando fe de nuestras creencias y nuestras prácticas, mediante nuestro comportamiento completamente ético. 

El judaísmo no es una religión que use el método de promoción para darse a conocer, sino la atracción. No hay mejor manera de atraer a un individuo al camino para quienes ya no somos cautivos de la hipocresía, la ambición o la ignorancia: el ejemplo, que atraerá a quien sea observador y seguramente se pregunte qué nos motiva a actuar de manera tan diligente y cuidadosamente ética y moral. ¡Qué sorpresa se llevará cuando sepa que la nuestra no es una creencia de muerte, con la esperanza más o menos cercana a una recompensa, o el temor más o menos cercano a un castigo! ¡Es una creencia de vida! Más aún cuando pueda entender que  la verdadera recompensa por el cumplimiento de una mitzvá está en sentirnos satisfechos de su cumplimiento y orgullosos de nuestro judaísmo. Eso, al fin y al cabo, nos hará sentir profundamente orgullosos de nuestra identidad.

Dentro de nosotros se desenvuelven dos fuerzas: el bien y el mal. Si el bien es lo que nos acerca a nuestro objetivo, y el mal nos aleja de él, entonces por definición, el malvado verá que si su objetivo es hacer daño, todo lo que le acerque a ese objetivo será “lo bueno”, logrando conformar un comportamiento inverso que acomoda a su conveniencia. 

Entonces ¿cómo logramos superar el caos generado por esta circunstancia? La Toráh nos ordena diferentes “Mitzvot” como “no asesinarás”, “honrarás a tu padre y madre”  o “no robarás”, que son parámetros con los cuales podemos medir “lo bueno” y lo que sea contrario a ellos, será “lo malo”. No podemos confundirnos.

B’’H

Yitzjak ben Avraham veSaráh

15 de Av 5781
24 de julio 2021

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