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UNIDAD, UNICIDAD DE DIOS Y ETICA JUDÍA

UNIDAD, UNICIDAD DE DIOS Y ETICA JUDÍA

En este shabat, conocido como shabat zajor o shabat del recuerdo ad portas de Purim, se exhorta a los judíos del mundo a no olvidar el odio que en su corazón cultivaron Amalek y Haman hacia el pueblo judío, se hace así memoria de la persecución y el sufrimiento que han signado buena parte de la historia judía, invocando la sentencia “zajor et asher asa lejá Amalek”, “Recuerda lo que Amalek te ha hecho.” En esta ocasión la haftará toma como base el texto del profeta Isaías comprendido entre el verso 1 el capítulo 43 y el verso 23 del capítulo 44, cuyas palabras iniciales son: “Pero ahora así dice el Eterno que te creó, oh Jacob, el que te formó oh Israel: No temas porque te he redimido. Te he llamado por tu nombre. Tu eres Mío.” Un poco más adelante, en el mismo texto, se encuentra una afirmación categórica: “Así dice el Eterno, el rey de Israel y su Redentor el Eterno de los Ejércitos: ‘Yo soy el primero y Yo soy el ultimo; aparte de Mí no hay Dios.” (Is.44.6) 

Sin duda alguna, la enseñanza y el principio más importante del judaísmo es que hay un solo Dios, incorpóreo y eterno, cuya voluntad es que los hombres, creados a su imagen, actúen con justicia y misericordia. Toda persona, indistintamente, por el hecho se ser imagen de Dios ha de ser tratada con dignidad y respeto.  Como complemento del mencionado principio, el pueblo judío, el más pequeño de entre los pueblos de la tierra, está al servicio del Eterno por medio del estudio, la oración y la observancia de los mandamientos establecidos en la Tora, haciendo de esta manera del mundo un mundo mejor. La fidelidad del pueblo a la Alianza con Dios es entendida como una vocación, un llamado, un testimonio, una misión, que han de ser vividos en el seno de la familia humana. 

El Rav. Noah Weinberg, parte de considerar la familiaridad del judío con el Shemá, compromiso de lealtad al Eterno (cfr. Deut 6:4), para enfatizar en la necesidad de un entendimiento de la unicidad de Dios y comprender así nuestra relación con Él. Como lo enseñara Moisés Maimónides, Rambam, “Dios es único, no es dos ni más de dos, sino que es único, no siendo su unidad como la unidad de los seres que existen en el mundo…” No se trata entonces de una unidad de muchos particulares que sean uno, ni de una unidad material susceptible de ser dividida en partes o dimensiones pues, en las propias palabras del gran pensador judío cordobés, “Él es una unicidad que otra unicidad como la Suya no existe.” (cfr. Maimónides, Obras Filosóficas y Morales, Ediciones Obelisco, Barcelona 2006). Por su parte, el Rabino Moshé Jaim Luzzatto quien vivió en Italia en el siglo XVIII, explica en su libro titulado “La senda de los justos” que el propósito de la creación es obtener como placer supremo el apego a Dios. Será en el mundo eterno de las almas en donde tendremos claridad absoluta de la unicidad de Dios, reconociendo así nuestro apego a Él. 

Weinberg estima que la autonomía de este mundo implícita en el libre albedrío, puede llevar al ser humano a concebir de manera ilusoria la existencia de algo que esté fuera de Dios, ignorando que la única existencia es Dios que es uno y que somos parte de Él. ¡Nada existe fuera de Dios! así también acontece con el yetzer tov y el yetzer hará, la inclinación al bien y la inclinación al mal, ambas inclinaciones son también parte de Dios, de modo tal que a pese a que pareciera que el yetzer hará nos aleja de Dios, en realidad no es así, éste nos ofrece la oportunidad de enfrentar y superar los desafíos que nos propone y experimentar el placer de hacer lo correcto, haciéndonos más próximos a Dios. 

Un axioma del pensamiento judío es que Dios nunca nos colocará ante desafíos que no podamos superar, dicho en un lenguaje coloquial: “Dios no coloca sobre nuestros hombros cargas que no podamos llevar.” No tiene lugar concebir la relación entre el yetzer tov y el yetzer hará como una batalla constante puesto que todas las ocurrencias de la vida apuntan hacia una misma dirección. Como ya se ha indicado, el mal no es más que un desafío que al ser enfrentado y superado, en ejercicio del libre albedrío, constituye la oportunidad de tomar la decisión adecuada para acercarnos a Dios uno y único, del cual somos parte. 

Resulta reconfortante la certeza de que en el camino de la vida contamos con el paternal amor y acompañamiento de Dios Él nos conoce como a sus hijos, como lo expresara el salmista de manera confiada: “Como un padre que tiene compasión de sus hijos, así tiene el Eterno compasión por los que Le temen. Porque Él conoce nuestra fragilidad…” (Sal. 103:13,14). Cabe citar la enseñanza del Rabino Jacques Cukierkorn, según la cual en el judaísmo el pecado no es una condición de la humanidad, sino que los seres humanos tenemos libre albedrío y somos, por ende, responsables de nuestros actos. 

Toda persona nace pura y decide si quiere vivir éticamente o no. Dios, por su parte, espera un comportamiento ético del hombre que abarque la vivencia de la bondad, de la rectitud y, sobre todo, de la justicia (cfr. Jacques Cukierkorn, HaMadrij, págs. 94 y 215, Asociación Europea de Estudios Judaicos, 2002).

Menajem ben Avraham ve Saráh

Adar 9, 5782.

Marzo 12, 2022.

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