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Parashat Tazria-Metzora

Tzaráat… la enfermedad bíblica que el tiempo y la tradición ha asociado con la lepra, es un ejemplo bastante claro de como un texto antiguo puede ser recontextualizado y darnos una significación nueva y pertinente.

Si ejercemos durante unos momentos nuestra capacidad de imaginación, tratemos de visualizarnos en aproximadamente 3,000 años atrás de nuestra época e imaginar como sería la vida diaria y los problemas de un pueblo semi-nómada, de vocación ganadera, tribal y en el proceso de construir su identidad en ese tiempo, y la manera en la que la jerarquía religiosa establecía tanto normas éticas de comportamiento además de normas de convivencia diaria, entre estas últimas, aquellas relacionadas con los temas de salud tanto personal como colectiva.

Bajo esa perspectiva, no es difícil imaginar que muchas de las leyes descritas en los textos sagrados buscaban aprovechar la posición de jerarquía de los sacerdotes para con ello establecer normas de comportamiento y control sanitario como mandato divino asociado a la pureza espiritual de las personas y del pueblo.

Con ello, resulta interesante analizar las leyes aquí descritas en donde se establecen los elementos visibles que permitirán detectar y diagnosticar una enfermedad (Tzaráat) que solía aquejar a las personas en aquellas épocas, y que además se podía presentar en las construcciónes.

Resulta interesante leer y encontrar que aún cuando se describe con bastante detalle los síntomas y los pasos a seguir después de su diagnóstico, incluso la forma de que la persona sea purificada una vez que se haya curado, en ningún momento se explica la forma de “curar” esta enfermedad o la manera de prevenirla en un futuro.

El día de hoy, parecería que tanto con los avances médicos y de salud pública, este tipo de enfermedades son relativamente sencillas de prevenir y de curar, y que por lo tanto ya resultan obsoletos estos procesos y mandatos… si nos olvidamos del aspecto espiritual de nuestros textos.

Algunos de nuestros hermanos judíos sostienen vehementemente que en la Torah se encuentra absolutamente toda respuesta a todo problema, independientemente de la época y circunstancia. Aún cuando yo mismo no llegaría a hacer una afirmación tan tajante, si puedo decir que una interpretación contextualizada nos permite encontrar muchísimas respuestas y sugerencias para nuestra vida actual. Insclusive pudiéramos establecer conductas éticas definitivas de pasajes de la Torah que aparentemente ya no tienen aplicación en nuestros tiempos.

Y así, de la misma manera que la Tzaráat es una enfermedad principalmente de la piel y cuero cabelludo, que tiene síntomas visibles y por lo tanto evidentes para cualquier persona, el pueblo judío puede desarrollar una serie de comportamientos y faltas éticas que son sumamente visibles en diferentes niveles al resto de las personas, sean o no judías. Cuando, por ejemplo, nos dedicamos a hablar mal de otras personas, aquellos que nos rodean “ven” como nos estamos comportando y hacemos evidente nuestra falta, convirtiéndonos así a los ojos de los demás en una persona que ha cometido una falta, y por ende, el proceso de reparación debe de ser similar en intensidad a la falta que hemos cometido y además “visible” ante todos. El hablar mal de otras personas, por ejemplo, implica que ese comportamiento debe de ser equilibrado por otra acción positiva igual de fuerte a la falta cometida…. y al igual que los diagnosticados con la enfermedad en la antigüedad, mientras estamos “enfermos” estamos separados de nuestro pueblo… fuera de sus límites… pero aún cercanos al mismo. Y hasta que no hayamos sido revisados por nuestro sacerdote interno y encontrado que ya hemos superado esa “enfermedad”, podremos reincorporarnos a nuestra comunidad.

Nuestra vocación es ser una “luz de las naciones”, y aún cuando nosotros mismos seguimos discutiendo entre nosotros el como deberá de ser el tiempo mesiánico de acuerdo a nuestras creencias, en lo que todos coincidimos es en la necesidad de que nuestro comportamiento ético sea el motor del cambio entre las naciones y deberá de ser evidente y visible a los otros pueblos.

El tiempo le ha dado al pueblo judío fuertes lecciones de lo difícil que es el cumplir con ese mandato, y sobre todo en estas fechas en las que recordamos eventos modernos relacionados con el nuevo estado de Israel, no debemos de olvidar que la responsabilidad que tenemos como judíos en la reparación y construcción de un mejor mundo es la señal visible de nuestra vocación y función en este mundo, que de la misma manera en la que son visibles nuestras faltas, debemos de hacer un gran esfuerzo para evitarlas y si por cualquier razón las cometemos, que la reparación sea igual de visible para que podamos continuar nuestro trabajo como “luz de las naciones”.

No olvidemos algo que en muchas ocasiones mencionamos en nuestras pláticas y lecciones, ser judío no es sencillo, no es fácil y en muchas ocasiones parecería más una pesada carga que un privilegio, sin embargo el hecho de que así sea nos debe de comprometer más en nuestra responsabilidad porque además, muchos de nosotros lo hemos elegido con completo conocimiento de lo que implica. No significa que estamos exentos de equivocarnos y en ocasiones cometer una falta, pero como la misma lectura de hoy lo dice, existen caminos para corregir y retomar el camino correcto y por lo tanto se contemplaba ya la posibilidad de que pudiéramos caer en ello.

Ser judío es una gran responsabilidad, no cabe duda, por lo que debemos de hacer que nuestras vidas evidencíen ante los demás ese compromiso y podamos realmente iluminar los caminos y las vidas de quienes están en contacto con nosotros. 

Elad Ben Avraham veSaráh

Iyar 5, 5781.
Abril 17, 2021.

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