Haftará Bejukotai
junio 5, 2024
Muestra todo

Haftará Bamidbar

Haftará Bamibdar 2024

Oseas 2-1:22

La historia de la humanidad y por ende, la historia de los judíos, está llena de relatos en donde se resalta el sentimiento entre las personas que se aman, llegando al perdón de las faltas e infidelidades que hayan podido tener. Esta temática tiene desde mi personal punto de vista el propósito de enaltecer la cualidad del perdón más de la del amor, por lo cual resulta en la gran mayoría de los casos un ejemplo poco viable de comportamiento. Las personas podemos perdonar por una diversidad de razones, las cuales llevan a que esta acción pudiera en algunos casos tener un significado muy ligero y en otros uno mucho más profundo, ya que el perdón en sí mismo puede ser utilizado como una herramienta inclusive de venganza hacia aquella o aquellas personas a las que se le ha otorgado.

En la práctica, podemos encontrar inclusive en nuestras historias personales casos en los que aun cuando hemos perdonado a otro, este sentimiento se queda corto y en algunas ocasiones no pasa de terminar siendo un formulismo para continuar cada uno por su camino y olvidarnos de ellos.

Esta pequeña introducción la utilizo para ayudarme a orientar la Haftará de esta semana, en la cual leemos el capítulo segundo del libro de Oseas, profeta que vivió y realizó su actividad durante los reinados de Usias, Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá y Jeroboam, hijo de Joáz, rey de Israel, entre los años 750 y 730 AEC. Su actividad se realiza durante un período bastante convulso de la política de los reinos tanto del norte como del sur, ya que, ante el embate de las potencias extranjeras por la debilidad de Egipto, profetiza la caída de Samaria por el poder asirio y lo atribuye a la influencia de esta y otras potencias extranjeras que contaminan la cultura hebrea y por lo tanto alejándose de sus creencias y principios tanto éticos como religiosos.

“Sin embargo, el número de los hijos de Israel será como la arena del mar que no puede ser medida ni contada y sucederá, que, en vez de lo que se les dijo: Vosotros no soy Mi Pueblo, se les dirá: Vosotros sois los hijos del Dios vivo.” 2.1

Un recordatorio de las promesas de Dios para Abraham y su descendencia, sin duda una fuerte declaración del compromiso que El Eterno había hecho con el Patriarca de forma que sirviera para recordar al pueblo hebreo que el pacto les daba una posición única ante los demás pueblos y por lo tanto era importante revisar, no el pacto en sí, sino la forma de actuar de los hebreos hasta ese día.

Recordemos que los profetas en la historia del pueblo judío no eran personas que hablaran con suavidad y cariño al mismo, por el contrario, eran personajes duros y de fuerte argumentación cuyo papel los llevaba a ser personajes controvertidos y en ocasiones opuestos a la estructura de poder de los reinos. No olvidemos que las enseñanzas de estos eran:

  1. El Eterno ordenaba al pueblo a comportarse de forma ética unos con otros, de hecho, a Dios le importa mucho más las bases éticas y decencia que el comportamiento ritual.
  2. Dios eligió a los judíos no para que tuvieran privilegios especiales, sino para realizar un trabajo especial a la humanidad.
  3. Por más mal que los judíos se comportaran ocasionalmente, siempre existía la posibilidad de que pudieran mejorar su comportamiento.
  4. Por más que las cosas pudieran parecer en un momento determinado, no siempre serían de esa forma. En algún momento, habría justicia universal y paz. La historia humana se mueve hacia una esperada conclusión que algunos llaman la “era mesiánica”, un tiempo de paz universal y prosperidad para el pueblo judío y toda la humanidad.

Tomando en cuenta estos principios de la función de los profetas, podemos encontrar significados diferentes a sus palabras las cuales van mucho más allá del predecir tiempos u acciones futuras, tal como nuestra cultura nacional nos ha imbuido, de hecho, el trabajo de los profetas de Israel va mucho más allá de querer “ver” el futuro y por lo tanto preparar al pueblo para ello. Si además agregamos a esa búsqueda la gran variable del contexto tiempo-espacio actual, el resultado puede ser sumamente interesante. Vayamos pues por partes con esta Haftará.

El texto del profeta Oseas correspondiente a este estudio, nos habla básicamente de la importancia del amor y del perdón, ilustrando esta relación con una analogía hacia el mismo matrimonio de Oseas narrado en el capítulo primero del libro, en donde Dios le ordena al profeta que contraiga matrimonio con Gómer, una mujer que ejercía la prostitución (aparentemente la prostitución ritual en el culto de Baal) y de ella tuvo descendencia, tras lo cual regresó al ejercicio del oficio. Podemos imaginar la reacción de Oseas, el cual se termina enamorando de Gómer y por lo tanto sufre de esta acción y se lamenta de la decisión tomada por ella. Esta analogía la traslada Oseas al alejamiento que tiene el pueblo hebreo para con Dios comparando la relación entre ambos con un matrimonio, con el dolor y sufrimiento que tiene una de las partes por la traición y abandono de la otra.

Es claro que Oseas trata de ilustrar el sentimiento de Dios hacia su pueblo con el sufrimiento que siente él mismo por la situación con su esposa, y de esa manera fustiga a los hebreos tratando de hacerles ver que su comportamiento es una traición que con el tiempo les traerá desgracias y malos tiempos y que solo el regreso buscando el perdón sincero hará que su situación mejore. Lo cual sucederá ya que el amor que siente Oseas hacia su esposa es tan grande que la terminará perdonando por completo de la misma forma que Dios lo hará con el pueblo hebreo.

El pacto de Dios con su pueblo es comparable al matrimonio, ambos se basan en la fidelidad, de tal forma que el teólogo Abraham Joshua Heschel nos dice: “la idolatría es como el adulterio, más que una estupidez, es una indecencia. Israel es como una esposa promiscua y Dios es como un esposo fiel, amoroso y pronto a perdonar.”

De esta forma, la narración de la experiencia de Oseas con su esposa es un reflejo del sentimiento, por así decirlo, de Dios hacia la traición de su pueblo y por lo tanto debería de ayudar a éste a explicar al pueblo hebreo del tamaño de su falta y tratar de regresar con lealtad hacia Dios.

Esto nos lleva a una situación que es difícil de entender, por lo menos desde la perspectiva del concepto judío de Dios, el cual queda como una deidad cercana y emocionalmente vulnerable, ya que, al colocar a Oseas en esa situación, trata de que él sea empático con los “sentimientos” de Dios, humanizando su naturaleza y colocándolo en una posición tanto de igual con el hombre como de dependencia de este último.

Esta experiencia nos abre caminos de interpretación sumamente interesantes en nuestra época, sobre todo ante una desvalorización del motivo del perdón y, sobre todo, de la importancia de la sinceridad de esta acción. No podemos solamente desechar a una persona con un perdón condicionado al olvido y alejamiento, sería una solución rápida y sencilla que no tiene ningún mérito. El realmente perdonar, implica volver a aceptar sin condiciones a aquellos que perdonamos, cosa que realmente rompe la “naturaleza humana” que le damos a Dios en este escrito. El pacto que tenemos como pueblo es un pacto que no se rompe, que acepta el arrepentimiento sin condiciones y que quien lo estableció con nosotros, Dios, no reniega de el.

Encuentro por lo tanto dos grandes enseñanzas en esta Haftará el día de hoy; la primera es que cuando trasladamos el contexto de los escritos de Oseas a nuestro tiempo, vemos que el pueblo judío se encuentra esparcido y dividido, no solo físicamente, sino mentalmente dando como resultado que podemos perder de vista la naturaleza de nuestra misión en este mundo. Nos podemos dejar llevar por otros “dioses” que nos alejan de esa misión, y nos olvidamos de lo que es realmente importante. Por lo tanto, no debemos de perder de vista que las acciones son las que podrán hacer un cambio significativo en el mundo y por ello debemos de abocarnos a poner manos a la obra y trabajar por ese cambio. Un cambio que es realmente la misión que como judíos tenemos asignado. Y segundo, recordando el versículo 21: “Yo te desposaré para la eternidad”, versículo que los judíos más observantes recitan al colocarse el tefilín todos los días, recordando que la relación que tenemos con Dios es eterna y debe de estar basada en la confianza mutua y amor. Recordemos las palabras de Rashi: “debemos adorar a Dios desde el amor y no desde el temor”.

Una relación rota es como un matrimonio quebrado, lleva a un corazón roto. Sin embargo, si hacemos todo lo posible de nuestra parte, esos lazos tendrán sentido y nuestros corazones sanarán con el tiempo.