La haftará correspondiente a la parashá beha-halotejá se encuentra en el Segundo Libro de Reyes, capítulo 2, del versículo (pasuc) 1 al versículo 15. En la haftará se hace referencia al hecho de que el espíritu de Elías era sobre Eliseo, luego de que aquél fuera arrebatado en un torbellino al cielo.
Una profunda relación se establece entre Elías como maestro y padre espiritual y Eliseo, como discípulo e hijo espiritual. Al partir de Guilgal, Elías pide a Eliseo quedarse, ya que el Eterno lo ha enviado a Betel. Eliseo rehúsa quedarse, diciendo: “Vive el Eterno y vive tu alma que no te dejaré.” La escena se repite en Betel y en Jericó. En ambas localidades la comunidad de profetas con quienes Eliseo tenía también relación, sale a su encuentro para decirle: “¿No sabes que el Eterno arrebatará hoy a tu señor por encima de tu cabeza? La respuesta de Eliseo es tajante: “También yo lo sé. ¡Callad!” Una vez en el Jordán, teniendo a la distancia a los profetas de Jericó por testigos, Elías golpea con su manto el torrente y pasa junto con Eliseo, a pie enjuto, llegando a la rivera opuesta. Es entonces cuando Elías dice a Eliseo: “Pídeme lo que quieres que haga por ti antes de ser arrebatado de tu lado.” Eliseo responde, asumiendo la condición de hijo primogénito: “Que tenga dos partes de tu espíritu.” Cosa difícil pides -le dice Elías- añadiendo que si lo alcanza a ver cuando sea llevado de su lado obtendrá lo pedido, de lo contrario no lo obtendrá. Mientras ambos dialogan, un carro de fuego tirado por caballos, también de fuego, los separa. Elías sube al cielo en el torbellino. Al tiempo que Eliseo clama de manera desgarradora: “¡Padre mío, padre mío! ¡Los carros de Israel y sus aurigas!” Ante la ausencia de su maestro Eliseo desgarra en dos sus ropas en inequívoca señal de duelo. Al dirigir sus pasos al Jordán, golpea las aguas con el manto de Elías, que se había caído, diciendo: “¿Dónde está el Eterno, el Dios de Elías?” Divididas las aguas de nuevo, Eliseo camina por el lecho seco. Los profetas de Jericó, dicen entonces: “El espíritu de Elías es sobre Eliseo.” Los profetas yendo a su encuentro, se postraron ante Eliseo.
Eliseo, como los setenta ancianos y como Eldad y Meldad, recibe el espíritu profético del Eterno que, hasta entonces, recaía sobre Elías. Así como Moisés expresa su complacencia y regocijo por el acontecimiento en el desierto, exclamando: “¡Quiera Dios que todo el pueblo del Eterno profetice y que Él les inspire!”, la comunidad de profetas, también lo hace, exclamando: “El espíritu de Elías es sobre Eliseo.”
El espíritu no es algo merecido sino que es dado por Dios. Así en Josué, hijo de Nun está el espíritu, razón por la que Moisés habrá de imponerle su mano (Números 27:18). El santo espíritu en la tradición judía, al contrario de como se concibe en el cristianismo, es algo que se puede perder, como aconteció al rey Saúl. El rey David, por su parte, consciente de sus flaquezas y errores, clama al Eterno: “No me eches de Tu presencia, y no quites de mí Tu santo espíritu” (Salmo 51:13). En tanto que el profeta Ezequiel comunicará al pueblo de Israel la palabra del Eterno, que dice: “Infundiré mi espíritu en vosotros y hare que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas. Habitaréis la tierra que Yo di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y Yo seré vuestro Dios” (Ezequiel 36:27.28). El espíritu de Dios es, por consiguiente, un modo en el que Dios se relaciona con Su pueblo, confiriéndole poder para hacer su voluntad.
Moisés Maimónides, Rambam, en sus Obras Filosóficas y Morales, capítulo 7, numeral 1, sobre el espíritu profético enseña:
“Uno de los fundamentos de la Torá es saber que Dios concede profecía a los seres humanos. La profecía en cuestión no recae sino sobre un sabio de amplia sabiduría y fuerte en virtudes, una persona tal que el impulso al mal no logre vencerlo en ningún momento, y en cambio él venza con su entendimiento su impulso al mal de manera constante; siendo, además, una persona cuya comprensión sea amplia y muy correcta.”
Hilel el Sabio dice, refiriéndose a la realización del sacrificio de Pesaj en Shabat, ha dicho lo siguiente:
“Dejad al pueblo de Israel que el “Ruah Hakodesh” reposa sobre él, ya que si bien no son profetas son hijos de profetas.” (Abraham Skorka. El concepto de Ruah Hakodesh en las fuentes judías….)
El santo espíritu del Eterno nos influye para experimentar la teshuvá, como bien lo contempla la plegaria de arrepentimiento de shajarit lejol:
“Haznos retornar-Padre nuestro- a Tu Torá y acércanos-Rey nuestro-a Tu servicio; e inflúyenos para que retornemos en completo arrepentimiento ante Ti. Bendito eres Tú, HASHEM, que deseas el arrepentimiento” (Sidur Artscroll completo, edición Fischmann, p. 103).
También el espíritu del eterno da sanidad a los enfermos, razón por la cual oramos por ellos, diciendo:
“Mi sheberaj imoteinu mekor habrajá lavoteinu. Sana a los enfermos “Refua Shelema”, renueva sus cuerpo, restaura sus espíritus y digamos…Amén” (Tefilat Rivka, p. 163).
¿Obra, entonces, el espíritu profético, el Ruah Hakodesh, en medio del pueblo judío, habiendo transcurrido ya el período de los profetas? Así es, pues ha dicho el Eterno a Israel en la Tora: si buscas al Eterno tu Dios, con todo el corazón y toda tu alma le encontrarás, porque el Eterno tu Dios es un Dios misericordioso: no te abandonará ni te destruirá, y no se olvidará de la alianza que con juramento concluyó con tus padres (cfr. Deuterenomio 4: 29-31). El encuentro con el Eterno sólo será posible si nos colocamos en su presencia y abrimos el corazón a la acción de Su santo espíritu, como lo hiciera el David. Esto es plenamente posible como lo observara Hilel el Sabio, ya que como pueblo de Dios los judíos somos hijos de profetas.
¡Le shana habá ve Yerushalaim!
14 Siván 5780
6 Junio 2020
Menajem ben Abraham ve Sara
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