Parashá Pequdé
March 9, 2019Parashá Vaykrá
March 11, 2019Cuando uno comprende que el Creador del Universo es inmanente y trascendente, es decir, es El el Ente que abarca y posee toda la creación, que no obstante al parecer este paralelismo de conceptos pudieran considerarse opuestos, al mismo tiempo confirman su unidad; cuando uno comprende que tiempo y espacio están fuera de El pero dependen de El; cuando leemos “…llena la Gloria del Eterno a toda la tierra” (Números 14:21) o “…Su Gloria es por encima de la tierra y el cielo” (Salmos 148:13), cabría la pregunta ¿ Por qué razón hace tanto énfasis en la edificación literal y meramente material con respecto a la construcción del Templo, en el cual el mismo Dios refiere que morará en él, si El mismo ha dicho que abarca todo y todo depende de El y por obviedad no necesita de nada fuera de Su Existencia?
Si nos limitáramos a nuestra ignorancia observando la superficialidad de la letra, no llegaríamos a ninguna parte porque literalmente no serviría para nada cada parashà que hace referencia a la construcción e instrumentación del Templo, al no ser hoy en día funcional, pues su relevancia estaría supeditada a lo histórico. O podríamos tomarlo literal, y hacer como otros, la excusa perfecta para deificar una construcción arquitectónica y hacer uso de fetichería los objetos que se encuentran dentro de ésta. Sin embargo, para algo tendrán que servir estas porciones en la actualidad, si nuestro pensamiento lleno del materialismo dialectico es modificado por un sistema de racionalización simbólica.
Exclusivamente esta porción (muy corta por cierto, pero al mismo tiempo muy compleja por su alto grado de materialidad) menciona tres metales básicos de la humanidad, el oro, la plata y el cobre para la construcción de ciertos elementos así como una basta serie de piedras de joyería que traería consigo el Kohen Gadol, éstos nos hacen percibirla grandeza de la materia cuando es unida a la sabiduría, en tanto es elevada para un caso concreto, como la unidad de una Nación(entendiendo este concepto en un sentido generalizado, como el “Conjunto de personas de un mismo origen étnico que comparten vínculos históricos, culturales, religiosos, etc., que tienen conciencia de pertenecer a un mismo pueblo o comunidad, y generalmente hablan el mismo idioma y comparten un territorio 1).
Eso precisamente es la belleza de la construcción del Templo, no el material, no la cantidad, sino el observar que para dicha edificación se unen 12 tribus, es decir, doce grupos con características definidas que incluyen cientos de mentes libres que optan por usar sus capacidades para lo mejor que saben pueden hacer, ya fuera tejer, bordar, forjar, coser, curtir, etc., pero principalmente con agrado y conciencia ya que ninguno pretendía usurpar las capacidades o el rango del otro. Esas 12 piedras que el Kohen cargaba cerca de su corazón era el reflejo de 12 estirpes unificadas para crear un lugar en el cual sintieran en exclusividad la “Gloria” del Eterno. Es así por igual advertir que siempre tenemos algo qué compartir para un bien común, es reconocer que siempre tengo algo que ofrecer tan valioso como el oro, o tan valioso como mi habilidad para crear, mental y manualmente.
Hoy en día no es funcional ese Templo, pero continúa siendo imprescindible nuestro apoyo en nuestra sinagoga, con nuestro Rabino, con los miembros de nuestra comunidad, pero sobre todo con nosotros mismos y nuestras familias; seamos hombres, mujeres, niños o niñas, adultos mayores, adolescentes, profesionistas, obreros, etc.
Es así que podría llegar a concluir que la “Gloria del Eterno” –entendida como la máxima forma de relación entre Dios y el Hombre-, (aun cuando esta Gloria puede darse por sí misma) tiene por finalidad desear y generar Shalom (entendiendo este vocablo como un acto generador de salud, armonía y paz interior) al morar en cada acto de bondad, solidaridad y en cada esfuerzo que hago en toda área de mi vida, con mi comunidad y con el resto de la humanidad, porque todos somos ese Mishkan errante cada día de nuestras vidas, que va en busca del mejoramiento de mi individualidad y de la sociedad.
Pero no termina todo aquí, prestemos atención al final de nuestra parashà, (éxodo 40:34 ) y “cubrió la nube la tienda de asignación, y la gloria del Eterno llenó el Tabernáculo. (Vayejas he’ananet-Ohel Mo’ed ujevod Adonay maleet-haMishkan).(40:35) Y “ no pudo Moisés entrar en la tienda de asignación, porque se posò la nube sobre ésta y la gloria del Eterno llenaba el Tabernáculo. (Velo-yajol Moshe lavoel-Ohel Mo’ed –lugar de estudio- ki-shajan alav he’anan ujevod Adonay maleet-haMishkan- lugar de servicio religioso-). Nos invita a entender comoni el mismo Moshè Rabeinu podía entrar y como el Eterno al “contraerse”, o como es llamado por la cábala el efecto del tzimtzum, fue sólo la manifestación para otorgarnos espacio para el libre albedrío en nuestra relación con la comunidad y saber mantener la responsabilidad de nuestro actos. Es racionalizar que el hecho de ser nuestro Padre no implicaría necesariamente que se mantenga como un ser controlador- sobreprotector (como muchos padres podrían ser), y concebir que esa contracción no necesariamente hace referencia a la visión aristotélica del alejamiento del Dios de su creación para dar paso a un tipo de abandono por su parte, sino se trata de comprender que el Eterno tiene un espacio muy importante dentro de nosotros y viceversa, más por igual el aceptar que salvaguardar el bienestar de otros no me permite entrometerme, que el procurar el bienestar de mi entorno no da lugar a decidir por los demás, es aceptar que cada uno ocupa un lugar muy importante dentro de mí, (el Eterno y mi semejante).
Es así que finalizo resaltando esta última oración.
El mantenerme al tanto del estudio y religiosidad sea cual sea como la lleve a cabo, no me permite excluir, menospreciar, echar de menos o desatenderme de mí ni de los demás, pues cada uno ocupa un lugar muy especial en el espacio en que vivimos, más si el Eterno toma distancia, nunca fue para darnos a elegir entre El u otro ser viviente, porque debemos recordar que no existe mayor unión que el procurarnos unos a otros porque en medio de esa relación, HABITA DIOS.
Cristal Ramírez Valencia.
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