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Parashá Toldot

La parashá  Toldot  inicia con la genealogía de Isaac, hijo de Abraham y de Sara, quien a sus 40 años de edad toma por mujer a Rebeca, hija y hermana de los arameos Betuel y Labán, respectivamente. Superada la esterilidad de Rebeca, tras los ruegos de Isaac al Eterno, ella concibe a sus dos hijos: Esaú  y Jacob, quienes desde el vientre materno contienden, como lo harán luego los dos pueblos que de ellos descienden: Edom e Israel, prevaleciendo Israel sobre Edom. Jacob, el menor de los mellizos, nacerá asiendo a su hermano Esaú del talón.

Esaú nacerá con piel rojiza (adom), cubierto de abundante vello rubio, lo que permitirá que se le asocie con un  temperamento sanguíneo, pasional. Esaú será un hombre fuerte, viril, recio y hábil cazador quien se encargará de proveer alimento para los de su casa. Por el contrario Jacob, al parecer, de modales finos, lampiño y sin las cualidades masculinas relevantes  de su hermano, preferirá permanecer en las tiendas a la caza y las labores del campo. Esaú gozará de la preferencia de su padre Isaac, Jacob de la preferencia de su madre Rebeca.

En cierta ocasión, Esaú cansado de su dura faena de caza, pide a Jacob algo de pan y lentejas rojas (adom). Jacob, conocedor del fuerte temperamento y  del débil carácter de su hermano, hombre fuerte pero a la vez débil,  obtiene de éste la primogenitura bajo la gravedad del juramento. Esaú menospreciando la primogenitura la vende a Jacob por un plato de lentejas.

Seguidamente, el relato se enfoca en la convivencia de Isaac y los suyos con el rey filisteo Abimelec  y sus súbditos en Gerar.  Isaac, como lo hiciera otrora su padre Abraham,  recurre a la mentira para proteger su vida negando que Rebeca  es  su esposa. Abimelec  pronto se percata de que Rebeca es, en realidad, la esposa de Isaac y decide, bajo pena de muerte para quien infrinja su mandato, decretar que nadie se atreva a perturbar la vida de la pareja. Con la bendición del Eterno los rebaños de Isaac se multiplican sobremanera lo que suscita la envidia y el rencor de los filisteos. Jacob sale de en medio de los filisteos y se asienta en el valle de Gerar. Una ardua lucha por el control de los pozos de agua que habían sido abiertos en época del Patriarca Abraham se suscita. Persuadido Abimelec del favorecimiento del Eterno a Isaac, toma la decisión de visitarlo, es invitado a manteles y luego celebra una alianza de no agresión con Isaac. Se produce a continuación el hallazgo de abundante agua en el pozo de “Seba”, origen del nombre de la ciudad que se denominará Beerseba.

La unión del impetuoso Esaú con Judit y  Basemat, hijas de eteos, causará una profunda aflicción a sus padres, Isaac y Rebeca. Ya cargado de años y ciego, Isaac conoce de la proximidad de su muerte y llama a Esaú para que salga a cazar y le prepare los deliciosos manjares que le gustan, comerlos, y bendecirlo luego como a el  hijo de su predilección, para entonces reunirse con los de su pueblo, es decir, morir. Rebeca, quien escucha lo dicho por Isaac, presurosa manda a Jacob para que tome dos corderitos de entre el rebaño, ella los preparará para Isaac; viste a Jacob con las olorosas ropas de Esaú y cubre sus lampiños brazos con la piel de los cabritos. Isaac extrañado por la rapidez con que su supuesto hijo Esaú ha cazado y preparado los manjares, pide a Jacob que se acerque para percatarse de que en efecto se trata de Esaú. Escucha la voz de Jacob y duda, pero bien pronto la duda se disipa al palpar los velludos brazos del impostor y oler las ropas de Esaú. Entonces lo bendice de manera eficaz e irrevocable: Jacob recibirá tierra fértil y abundancia de trigo y vino, alimento y alegría, prevalecerá sobre los demás pueblos de la tierra quienes por su parte lo reverenciarán; ejercerá señorío sobre sus hermanos quienes también lo reverenciarán. Serán malditos quienes  lo maldigan y  benditos quienes lo bendigan.

Por su parte Esaú, desconsolado ante la impostura de Jacob quien ha arrebatado la bendición que, en principio le correspondía, será también bendecido por su padre Isaac: su morada será tierra fértil, los cielos verterán su rocío, vivirá por su espada, servirá a su hermano Jacob y romperá el yugo de la opresión.

Bien se ha dicho que Dios suele escribir derecho en renglones torcidos. El recurso a la mentira y la astucia de Rebeca y de Jacob, servirán misteriosamente a la acción de Dios cuya elección preferirá a Jacob. En la mentalidad de los pueblos orientales la mentira, refiriendo todo a Dios, no era algo malo o reprobable. En la tradición judía se ha señalado que Isaac erróneamente  creía que Esaú había alcanzado un nivel de rectitud superior al de Jacob hasta vencer su iétzer hará y hacerse un tzadik. Se ha enseñado que cada uno de los Avot (Patriarcas) habría sobresalido en algún rasgo de personalidad, en Abraham sería el JÉSED o amor bondadoso, en Isaac la GUEVURÁ o fortaleza y en Jacob el EMET o verdad. En cuanto se refiere al recio Esaú, éste personificaría el mal uso de la GUEVURÁ, de la fortaleza,  pues inicialmente vendió su primogenitura, menospreciándola y  luego afligió a sus padres uniéndose con mujeres eteas, mujeres de la tierra de Canaán, ambas conductas  para satisfacer sus apetencias sin control alguno.  Jacob, por el contrario, es presentado por el autor bíblico como un hombre apacible y amo de sus pasiones. Al respecto enseña la Mishná en el Pirkei Avot (13), lo siguiente:

“¿Quién es fuerte? Aquel que conquista su inclinación, como dice: Quien es lento en enojarse es mejor que el hombre fuerte, y un amo de pasiones es mejor que el conquistador de una ciudad”.

El contraste entre los hermanos Esaú y Jacob nos invita a reflexionar sobre cómo ejercer el rasgo de la GUEVARÁ de un modo correcto. No se trata de dominar a otras personas avasallándolas, sino de ejercer dominio propio, lo que a pesar de no ser fácil resulta ser gratificante. Quien persigue el dominio de los demás termina siendo esclavo de sus pasiones, quien se controla a sí mismo, experimentará, por el contrario, un estado de libertad que le permitirá expresarse de mejor manera.

En todo colectivo humano parecieran entrelazarse en continuo antagonismo Esaú y Jacob. En cada uno de nosotros la lucha sin cuartel entre  el iétzer rav y el iétzer tov. ¿Quién de los dos personajes predominará? ¿A cuál de las dos tendencias daremos cabida en nuestra cotidianidad? No olvidemos que, en cuanto judíos, tenemos como fondo la promesa:

“Y será que si escuchas atentamente la voz del Eterno tu Dios, observando todos Sus mandatos que hoy te prescribo, el Eterno tu Dios te pondrá por encima de todos los demás pueblos de la tierra. Y te harás acreedor a todas estas bendiciones si en verdad escuchas la voz del Eterno tu Dios” (Daverim 28, 1.2).

2 Kislev 5780
Menajem ben Abraham ve Saráh.

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