Haftará Vayetzé
noviembre 29, 2020
Parasha Vayeshev
diciembre 13, 2020
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ABDÍAS: MEMORIA Y ESPERANZA

La haftará de este shabat corresponde a la profecía de Ovadía o
Abdías, se trata del más breve de los ketuvim proféticos, su
composición se sitúa aproximadamente entre el siglo IX A.E.C. y la
época griega. La profecía se desenvuelve en dos planos: el castigo
de Edom, anunciado en pequeños oráculos, y a manera de
conclusión, el día de la calamidad o Ha iom tzará, cuando Israel
tomará su desquite de Edom pues la acción de éste recaerá sobre
su propia cabeza. La casa de Yaacov será un fuego, en tanto que la
de Esaú será hojarasca, pues “el Eterno así lo ha dicho.” (cfr. Abdías
15,18).

Los edomitas, aprovechándose de la ruina de Jerusalén, habían
invadido la Judea meridional. El acontecimiento permaneció como
un recuerdo vivo según se refleja en la profecía de Abdías, lo que
permite pensar que fue la profecía se dio en Judea, poco antes del
regreso de los judíos del Destierro de Babilonia. Se trata de un grito
de apasionado nacionalismo en el que se exalta la justicia y el poder
del Eterno, Quien obrará como defensor del derecho y protector de
Israel.

Se ha dicho que Israel es el pueblo de la memoria, así lo concibe
Gabriel Amengual Coll de la Universidad de las Islas Baleares, que
en su artículo “Israel, Pueblo de la Memoria”, parte de la
caracterización del pueblo de Israel hecha en tal sentido por el
teólogo JOHAN BABTIST METZ. Ahora bien, para el pensador
Fackenheim, la creencia fundamental de Israel es la fe en la
presencia de Dios en la historia, pues “El Dios de Israel no es una
deidad mitológica que se mezcle alegremente con los hombres en
la historia”; “es Dios mismo quien actúa en la historia humana.”

Los acontecimientos de la historia han afectado la fe judía, que a
pesar de haber sido probada por catástrofes históricas: el final del
profetismo, la destrucción del primer Templo, el Destierro, la
rebelión macabea, la destrucción del Segundo Templo o la
expulsión de España, ha permanecido superando las pruebas No
solo rehusó desesperar de Dios, sino que también rehusó
desconectarlo de la historia y buscar una escapatoria en el
misticismo o en un espiritualismo desencarnado del mundo. Así el
pueblo judío llegó a la convicción de “que el Dios que en el Mar
Rojo luchó a favor de Israel no era otro que el creador del mundo”,
dirá el mismo Fackenheim.

Israel comprende la historia como una serie de acciones y
acontecimientos, experimentados como intervenciones salvadoras
de Dios en favor de Su pueblo. Será precisamente la sumatoria de
dichos acontecimientos lo que permitirá construir una concepción
lineal de la historia que escapa de la concepción cíclica del tiempo,
del perenne retorno a lo mismo. Esta es, precisamente, una de las
mayores aportaciones de los judíos a la historia de la religión y a la
historia de la cultura.

En la perspectiva del tiempo lineal, la memoria actualiza las
acciones y acontecimientos liberadores, abriendo un nuevo futuro
en las que éstos alcanzarán pleno cumplimiento. La memoria
liberadora se abre a la esperanza, al tiempo que afianza la fe en la
promesa de justicia y fraternidad, de paz y felicidad en palabras del
profeta Isaías. (cfr. Isaías 11,1-9)
Israel resulta, como pueblo, ser testigo de la soberanía y
trascendencia del Dios de la creación, de la revelación y de la
alianza, acciones que por venir de lo alto no pueden deducirse de
las capacidades humanas o de la razón, en tanto que la memoria, recuerdo de un pasado vivido o imaginado, interpretará la historia,
dotándola de un significado teológico, tal como acontece en la
Biblia hebrea o Tanaj. Por no tratarse de hechos puros, sino de la
interpretación de los mismos, para Israel importa más la memoria
que la historia misma. Desde luego, se trata de una memoria
selectiva en la que cabe recordar “sobre todo los actos en que Dios
interviene en la historia, y las respuestas del hombre a ellos, sean
positivas o negativas.”

Recordar, rememorar y conmemorar, son considerados los tres
verbos de la memoria dentro de una concepción lineal de la historia
y del tiempo como sucesión de acontecimientos y acciones.
RECORDAR, implica guardar en la memoria y transmitir a las
generaciones futuras, con el propósito de mantener vivo el
recuerdo de la propia vida del pueblo y de las maravillas obradas
por Dios a su favor, como cuando se dice en el libro de Devarim o
Deuterenomio. “Cuando mañana te pregunte tu hijo: ‘¿Qué
significan los mandamientos, los estatutos y los preceptos que os
impartió a vosotros el Eterno vuestro Dios?’ le dirás a tu hijo:
‘Fuimos siervos del faraón en Egipto y el Eterno nos libró de Egipto
con mano poderosa, envió señales y obró prodigios funestos para
Egipto, el faraón y toda su gente, ante nuestros ojos, pero a
nosotros, nos sacó de allí para traernos aquí, con el fin de darnos
esta tierra que a nuestros padres había jurado que nos daría.” (Det
6.20-23).

REMEMORAR, implica, más que transmitir un saber, introducir en la
historia y más concretamente en la alianza un imperativo, como
cuando en el mismo Deuterenomio, se dice: “Acuérdate de que
fuiste siervo en la tierra de Egipto y que el Eterno tu Dios te sacó de
allí con mano poderosa y brazo extendido. Por consiguiente, el Eterno tu Dios, te ordena que guardes el día de descanso.” (cfr.
Det.5.15).

CONMEMORAR, implica hacerse contemporáneo del
acontecimiento evocado por los relatos, como acontece con la
festividad de Pesaj. Para conmemorar, precisamente, se han
establecido el shabat y las fiestas (cfr. Dt. 5.9.10; Abdías).
Los verbos RECORDAR, REMEMORAR y CONMEMORAR, apuntan a
una triple dimensión de la memoria: 1. La dimensión temporal por
la que se unen e interrelacionan las diversas generaciones del
pueblo judío. 2. La dimensión social que conduce a crear una
comunidad de memoria y, 3. La dimensión de contenido, que
ofrece un universo simbólico que funda, orienta y justifica el orden
normativo moral, político, jurídico, ritual y social.
Como judíos nos corresponde hacer memoria de los
acontecimientos y acciones liberadoras del Eterno en la vida de
pueblo, de la comunidad, de la familia y de cada uno, reflexionar
sobre la respuesta a ellos dada, sobre la fidelidad a la alianza con Él
establecida. En tiempos de dificultad y desconcierto, cabe
preguntar si nuestra esperanza activa está puesta en aunar
esfuerzos para hacer realidad los tiempos mesiánicos, tiempos en
los que el Eterno habrá de crear nuevos cielos y una nueva tierra,
cuando las cosas pasadas no sean más recordadas ni traídas a la
mente, sino que, junto con el pueblo y como parte de la gran
familia humana, experimentemos alegría y regocijo para siempre,
tal como lo ha anunciado el profeta Isaías y, en medio de la
desolación de la tierra de Judá, también en su tiempo, el profeta
Abdías. El Eterno, Dios de Israel, “así lo ha dicho.” (cfr. Isaías 17,18;
Abdías 18).

Kislev 18, 5781.
Diciembre 5, 2020.

Menajem ben Avraham ve Saráh.

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