En este shabat, 26 del mes de Iyar, del año judío 5781, la haftará concordante con la parashá BEHAR, es tomada del capítulo 16, pasuk 19 al capítulo 17, pasuk 14, del libro del profeta Jeremías. Al desconocimiento del Pacto del Eterno le suceden consecuencias dolorosas que sólo podrán superadas mediante el arrepentimiento y el retorno al Pacto, la teshuvá.
Tras proclamar al Eterno como su fuerza, su fortaleza y refugio y señalar como el pecado de Judá está escrito con pluma de hierro y punta de diamante, el profeta contrasta la maldición del hombre que confía en el hombre con la bienaventuranza de aquel que confía en el Eterno, cuya confianza es el Eterno mismo. El corazón del hombre suele ser engañoso y débil. ¿Quién podrá conocerlo? Es el Eterno Quien busca el corazón y prueba los íntimos pensamientos para dar a cada hombre conforme a sus caminos, de acuerdo con el fruto de sus acciones (cfr. Jeremías 17.5-10).
Quienes se apartan del Eterno, esperanza de Israel, fuente de agua viva, serán irremediablemente avergonzados. El clamor de Jeremías al Eterno se hace sentir: “Cúrame oh Eterno y seré sanado. Sálvame y seré salvo porque Tu eres mi alabanza…Eres mi refugio en el día del mal…” ¿No es este acaso el sentimiento profundo de confianza de quien se refugia en el cálido abrazo del ser amado? ¿No se dice acaso en la Torá que Moisés convocó a los hijos de Israel, diciéndoles: “Oye, oh Israel (Sh´ma Israel), las leyes y preceptos que hoy pongo en vuestros oídos para que los aprendáis y cumpláis. El Eterno nuestro Dios concertó con nosotros un Pacto en Horeb. No sólo con nuestros padres concertó este Pacto, sino también con nosotros, que estamos vivos aquí.” (Deuterenomio 5.1-3). Y, en verdad, nosotros estamos vivos aquí, en el lugar de la historia que nos ha correspondido ocupar.
Una notable mujer judía, la Rebetzin Esther Jungreis, autora de numerosas publicaciones, conferencista y columnista en periódicos y medios radiales y televisivos, se pregunta si los acontecimientos ocurren por mera casualidad (KERI), como “sucesos naturales” o si tras ellos se expresa la Providencia Divina. La Rebetzin acude a la enseñanza del Rabino Moisés Maimónides (RAMBAM) sobre la necesidad de clamar y despertar al pueblo haciendo sonar el shofar ante el sufrimiento. No hacerlo, al entender las tragedias como las entiende el mundo, tan sólo como sucesos naturales casuales, es crueldad al no motivarnos para examinar nuestra vida, abandonando viejas prácticas nocivas y enrumbando nuestros pasos para retornar al Pacto del Eterno, enseña Maaimónides. La teshuvá nos prepara para enfrentar como judíos situaciones de dificultad y sufrimiento.
Recobra vigencia plena la promesa del Eterno: “VEZAJARTI ET BRITI YAKOV VEAF ET BRITI YITZAK VEAF ET BRITI AVRAHAM EZCOR VEARETZ EZCOR”, que significa: “Me acodaría de Mi Pacto con Jacob, de Mi Pacto con Isaac y de Mi Pacto con Abraham y Me acordaría también de la tierra…” Se pregunta la Rebetzin Esther Jungreis por qué razón en el texto se comienza mencionando a Jacob y no a Abraham. Ella propone como explicación la gradualidad que supone el abandono de la fe judía: dejar de estudiar la Torá como un primer paso; el debilitamiento en la observancia de la misma, como segundo paso; la burla a quien observa los mandamientos que dejo de observar, como un tercer paso, hasta el abandono del Pacto con las consecuentes maldiciones o desgracias que tal abandono conlleva. A pesar de la calamitosa situación presentada, el remedio está a la mano: revertir el proceso mediante la teshuvá, retomando el estudio de la Torá como primer paso.
Se dice que sobre tres pilares se sustenta la fe judía: TORA, AVODA (servicio, sacrificio) y GUEMILUT JASADIM (bondad), personificados estos pilares en los patriarcas Jacob, Isaac y Abraham, respectivamente. El estudio de la Tora es un caminar, un proceso indefinido en el que se ha de involucrar el alma y el corazón, la pasión y el esfuerzo (AMELUT). La continuidad del recorrido por el camino seguido por nuestros ancestros, nos llevará a cumplir la misión que nos ha sido confiada por el Eterno.
Parece, por consiguiente, oportuno para cada uno examinar qué lugar en el diario vivir tiene el estudio de la Tora, la vivencia de sus principios y enseñanzas, incluyendo la práctica de la justicia o tzedaká y el compromiso con el propósito de hacer del mundo un mundo mejor para todos, el tikun olam. Para este propósito resultan iluminadoras y reconfortantes las palabras del Eterno dirigidas al profeta Ezequiel para los hijos de Israel: “Diles: Por Mi vida, dice Dios el Eterno, que no siento placer alguno en la muerte del inicuo sino que el inicuo se vuelva de su camino y viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos, ¿Por qué habéis de morir oh casa de Israel?”
Menajem ben Avraham veSaráh
26 Iyar, 5781.
8 Mayo, 2021.
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