Haftará Vayetzé (ES)
December 6, 2022Haftará Shelaj-Lejá
June 19, 2023HAFTARÁ VAYISHLAJ
Obadyáh 1:1-21
La haftará de esta semana acompaña una parashá muy interesante ya que esta última nos habla de la reconciliación de Esaú y Yaacov entre otras cosas. La reconciliación es un elemento importante de la historia judía ya que a partir de la misma podemos ir viendo el crecimiento del pueblo y sobre todo, el inicio del cumplimiento de las promesas hechas por El Eterno a Abraham y posteriormente a Isaac y Yaacov.
Sin embargo, la Haftará tomada del libro de Obadyáh nos presenta un escenario muy diferente en el cual a primera vista parecería que no guarda ninguna relación con el relato de las vicisitudes de Yaacov y la mención que en ella se hace de Esaú parecería una contradicción con lo que aparentemente viven en el libro de Bereshit… pero como todo en nuestra Toráh, las capas en las que está construido el relato nos permiten encontrar una interpretación sumamente interesante y sobre todo, actual a nuestro tiempo.
No es ningún secreto que la posición del pueblo judío en nuestro mundo ha sido problemática y en muchas ocasiones mal entendida por los demás pueblos. Nosotros mismos al entrevistar a un prosélito le insistimos en que conozca que desea integrarse a un pueblo que ha sido perseguido y que probablemente lo seguirá siendo. No es en vano esa aclaración.
Parecería que tanto los pueblos de la tierra como el mismo pueblo judío, no terminamos de aprender de nuestras historias y de nuestras experiencias. Vemos con particular inquietud los vaivenes de la política del estado de Israel, y los posibles escenarios en donde la polarización del pueblo judío en la tierra de Israel parecería que es más una constante que un proceso en solución. Particularmente en Israel es prácticamente imposible separar lo mundano de lo sagrado, aun cuando en teoría el estado es laico los sectores más observantes del judaísmo, que no son por cierto una mayoría, pesan lo suficiente como para intentar imponer puntos de vista que nos llegan a parecer extremistas y en ocasiones sumamente fanáticos, provocando con ello una división entre los judíos que dificulta el tránsito hacia una comunidad más hermanada y sin necesidad de llegar a los extremos.
Por otro lado, quienes estamos en la diáspora, vemos con creciente alarma el resurgimiento de posiciones anti-semitas en comunidades que habían sido modelo de refugio y tolerancia no solo hacia los judíos, sino también hacia otras expresiones religiosas y/o culturales. Aún en países en donde el pueblo judío no solo es una minoría, sino además es tan pequeña que parecería absurdo el pensar que su influencia llega al grado de controlar grandes sectores económicos y políticos de ellos, vemos que comienzan a presentarse expresiones de odio a aquello que tenga que ver con los judíos y/o con Israel.
La haftará de esta semana nos presenta un escenario bastante triste en donde los enemigos de Israel intentarán destruirlo, pero al mismo tiempo se profetiza una situación en donde al final prevalecerá Israel y sus enemigos serán al final destruidos no sin antes haber infligido grandes tribulaciones al primero.
Buscando en las capas de esta haftará, podemos ver un pequeño pasaje que nos permite entender un poco mejor, y quizá de una manera más contemporánea esta visión de Obadyáh, “Pero en el monte Sión estarán los que escalen; este será sagrado. Y la casa de Yaacov volverá a tener sus posesiones.”
Ciertamente la división entre el pueblo judío ha sido entendida desde bastante tiempo como la razón más importante de todas sus desgracias, y dentro de la narrativa colectiva del judaísmo reconocemos que esa división impide que podamos cumplir la misión que tenemos como judíos en nuestro mundo y en nuestro entorno particular. La idea de “pueblo elegido” ha sido deformada al grado de que por un lado los pueblos ajenos al judaísmo lo ven como una arrogancia con sentimiento de superioridad, y por otro lado algunos de nuestro pueblo como una “orden” para separarnos por completo de los demás pueblos y tratarlos con cierto grado de desprecio.
Desgraciadamente hemos equivocado tanto la interpretación de esa posición y sobre todo, la manera en la que comunicamos a los demás pueblos del verdadero significado de ella. Esaú y Yaacov nos cuenta la Toráh, mantuvieron rivalidad desde el vientre de su madre, y esa rivalidad se fue marcando con el tiempo ya que, aun siendo hermanos mellizos, las diferencias tanto físicas como de carácter los diferenciaron tanto que Esaú terminó siendo el favorito de su padre y Yaacov de su madre. Sin embargo, podemos encontrar en esta rivalidad y diferencias un deseo secreto de Yaacov de ser como su hermano y de esa forma ser digno de la bendición primogénita de su padre. Con el tiempo y la distancia terminó encontrándose a sí mismo y logró reconciliarse con su hermano al grado de regresarle las bendiciones de su padre.
Obadyáh ve esta misma lucha de identidad de Yaacov en el pueblo judío, el cual al no estar lo suficientemente unido y consciente de su identidad como pueblo elegido, llega a sufrir toda clase de calamidades impuestas por todos lo pueblos enemigos de Israel, sin embargo lleva a ver que en el momento que Israel logra unificarse como pueblo, y logra entender su papel como guía de los demás pueblos, El Eterno permite que ocupe el lugar que le corresponde y además impide que los demás pueblos lo sigan atormentando.
Precisamente ese cambio es el que es necesario entender y lograr en nuestras personas y en nuestra comunidad.
El ser judío no es tan solo una categoría que marcamos en las hojas del censo o en las aplicaciones que requieren que plasmemos datos personales, el ser judío es algo que debe de verse no porque utilizamos elementos físicos externos asociados al judaísmo, o porque traemos sellos, marcas, calcomanías u otras marcas en nuestras cosas, vehículos y/o hogares. Debemos de ser identificados como judíos porque nos comportamos de una manera particular, porque actuamos de una forma específica y porque afrontamos las complejidades de la vida personal y social con una visión ética que es lo suficientemente visible para indicar que estamos en la búsqueda de un cambio y una mejoría de nuestro mundo y nuestra sociedad.
Si decimos que somos el “pueblo elegido”, debemos de serlo demostrando que podemos ser el ejemplo a seguir hacia los demás por medio de la manera en la que nos comportamos primero con nuestra familia, luego con nuestra comunidad y por último con la sociedad en la que nos desenvolvemos tanto personal como profesionalmente. Ese es el verdadero reto, esa debe de ser la verdadera identidad que nos haga “diferentes” a los demás y por lo tanto, entender que el ser un pueblo elegido no es de ninguna manera un privilegio que nos coloca por encima de los demás, sino una gran responsabilidad ya que debemos de ser el faro que ilumine a nuestros semejantes… para lo cual lo más importante es descubrirnos por completo y entender cual es nuestra posición particular en nuestra sociedad.
De la misma forma en que Yaacov logra reconciliarse con su hermano, al que despojó de sus bendiciones de primogenitura por un deseo oculto de parecerse y ser como su hermano, de esa misma manera el entender quiénes somos y sobre todo, el aceptar nuestra posición con humildad y alegría, nos permitirá hacer la parte que nos toca en la corrección de nuestro mundo y encaminar a nuestros semejantes a una relación más cercana entre ellos y con El Eterno.
El mismo Obadyáh nos dice que al final, serán todos los judíos, tanto los que estén en la tierra de Israel, como los que estamos en la diáspora quienes lograrán establecer nuevamente la rectoría de El Eterno en el mundo. Menudo trabajo por cierto.
Elad ben Abraham veet Sarah.
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