Shelaj-Leja
HAFTARÁ SHELAJ-LEJÁ
Haftarah, Joshua 2:1–24
“Josué hijo de Nun envió desde Sitim dos espías secretamente, diciéndoles: Andad, reconoced la tierra, y a Jericó. Y ellos fueron, y entraron en casa de una ramera que se llamaba Rahab, y posaron allí”. (Yehoshúa 2:1)
La haftará de esta semana relata un suceso muy similar a lo mencionado en la Parashá, ya que, en este caso Josué envió a dos espías a la tierra de Jericó para observarla y determinar si en verdad podrían conquistarla, tal como la habían hecho con la tierra de los amorreos.
Ambos espías se escondieron en la casa de una mujer llamada Rajab, la cual era prostituta, que cuando llegaron los enviados del rey de Jericó a solicitarle que entregara a dichos espías ella los mando por otro camino para despistarlos.
Posteriormente, hizo descender a los espías por la ventana con ayuda de un listón rojo, que a la postre serviría de señal para que ella y todos sus familiares que permanecieran dentro de su casa, salvaran la vida en medio de la destrucción de la ciudad.
Jericó es la ciudad más antigua que hasta ahora se ha conocido en el mundo, según la arqueóloga Kathleen Kenyon, quien en 1950 realizó una serie de trabajos para develar el secreto de la ciudad y en la búsqueda de sus enigmáticas murallas. Entre sus hallazgos se encuentra cráneos humanos modelados con yeso y con ojos de conchas marinas, los cuales pertenecen al neolítico en el año 7000 a.e.c; así mismo una torre circular de ocho metros de altura, que servía presuntivamente como defensa de Jericó y que se sitúa entre los años 7000 y 8000 a.e.c.
Entre las siete campañas de excavación fue encontrando evidencia que remonta a la ciudad hasta el mesolítico, es decir, hasta el año 12000 a.e.c. lo que, sin lugar a dudas la coloca en el sitio de “la más antigua” conocida hasta hoy.
Aunque sus hallazgos no lograron encontrar vestigios de las afamadas murallas que Josué y los ejércitos de Israel, en la épica saga de los siete días donde según el relato bíblico: fueron sitiadas y al son de toque de trompeta y gritos los judíos en nombre del Eterno lograron derribar; si se sabe que en la Edad del Bronce Medio (1800 – 1550 a.e.c) fue una ciudad con un sistema defensivo muy poderoso. Aunque infortunadamente, las fechas en que se sitúa no coincide con el tiempo del relato bíblico, ya que el periodo de Josué es más bien en la época del Bronce tardío, hacia los S. XIV y XIII a.e.c.
Volviendo al relato de la haftará, los espías no son los protagonistas de este relato bíblico sino Rajab, una mujer ramera a la cual se le puede agradecer en gran medida la conquista de la ciudad de Jericó; que incluso el mismo Dante Alighieri citara en La Divina Comedia en el canto IX del Paraíso, afirmando que, gracias a su ayuda en la conquista de la ciudad, ésta logró la salvación eterna.
En comparación a lo antes expuesto puedo mencionar el caso de Malinalli, “La Malinche”, quien con su ayuda al ser interprete entre Hernán Cortés y Moctezuma, contribuyera a la posterior caída de la Gran Tenochtitlán; lo cual le dio el título de traidora entre su gente y entre muchos mexicanos hoy en día.
Sin embargo, hay quienes hablan de Malinalli como una verdadera heroína, poniéndola incluso al nivel de las soldaderas de la Revolución Mexicana, ya que con su gallardía y valor logró convertirse en una de las figuras icónicas que a la postre dieran paso a la fundación de la nación mexicana.
Algo similar es el caso de Rajab, quien después de ser rescatada de la mano de los ejércitos de Israel gracias a la señal del listón rojo en su ventana, se convirtiera en la madre de Boaz. “Y será la ciudad anatema a Jehová, con todas las cosas que están en ella; solamente Rahab la ramera vivirá, con todos los que estén en casa con ella, por cuanto escondió a los mensajeros que enviamos”. (Josué 6:17). “Y los espías entraron y sacaron a Rahab, a su padre, a su madre, a sus hermanos y todo lo que era suyo; y también sacaron a toda su parentela, y los pusieron fuera del campamento de Israel”. (verso 23).
“Booz engendró a Obed, y Obed engendró a Isaí, e Isaí engendró a Eliab su primogénito, el segundo Abinadab, Simea el tercero, el cuarto Natanael, el quinto Radai, el sexto Ozem, el séptimo David”. (1 Crónicas 2: 12-15).
Como podemos apreciar, la línea de sangre real del Rey David no hubiera existido de no ser por la presencia de Rajab, quien fuera bizabela de éste; por lo tanto, se puede decir que Rajab y Malinalli tienen en común que ambas mujeres fueron fundadoras de su propia nación.
Pero ¿cuál fue la causa por la que Rajab no sólo fue rescatada de la destrucción de su ciudad, sino que tuvo el privilegio de establecer la línea real de David?
Podemos afirmar que fue por realizar una buena obra, que en hebreo se dice “maasé tov”, puesto que el realizar una buena acción es la fuerza más poderosa que existe, según el Talmud:
Diez entidades fuertes fueron creadas en el mundo, una más fuerte que la otra. Una montaña es fuerte, pero el hierro, que es más fuerte, la hiere. El hierro es fuerte, pero el fuego lo derrite. El fuego es fuerte, pero el agua lo extingue. El agua es fuerte, pero las nubes la soportan. Las nubes son fuertes, pero el viento las dispersa. El viento es fuerte, pero el cuerpo humano lo soporta. El cuerpo humano es fuerte, pero el miedo lo quebranta. El miedo es fuerte, pero el vino lo disipa. El vino es fuerte, pero el sueño lo ahuyenta. Y la muerte es más fuerte que todas ellas, pero una buena acción salva a una persona de la muerte, como está escrito: “Y la caridad libra de la muerte”. (Bava Batra 10ª:12)
Así pues, la buena acción de Rajab de esconder a los espías hebreos la libró de la muerte a ella y a su familia y la encumbró como uno de los pilares de la dinastía real de David.
Así como ella, en la historia del pueblo judío existen muchos casos en los que personas de origen no judío realizaron actos de bondad hacia personas judías; los más significativos y recientes son los acontecidos durante la Shoáh, por poner algunos ejemplos tenemos al padre Ottavio Posta quien, en junio de 1944, arriesgando su propia vida y con la ayuda de quince pescadores y cinco barcas, salvó a 30 judíos internados en el Castello Guglielmi.
Oskar Schindler quien fuera un empresario alemán que salvó la vida de aproximadamente mil doscientos judíos durante el Holocausto, empleándolos como trabajadores en sus fábricas de utensilios de cocina y municiones, ubicadas en las actuales Polonia y la República Checa.
Berthold Beitz empresario petrolero que, utilizando su propia vivienda, salvó a 1500 judíos algunos de ellos cuando ya eran transportados a los campos de concentración y exterminio.
El príncipe Constantin Karadja, quien al fungir como cónsul general rumano en Berlín (1931-1941), y como director del departamento consular del ministerio rumano de asuntos exteriores, (15 de junio de 1941 – 17 de octubre de 1944), «en ambas funciones, durante una década y media, Karadja desarrolló una intensa actividad para salvar a los judíos rumanos sorprendidos por la guerra en el reino de la muerte» «Decenas de miles deben sus vidas a su excepcional persistencia, abnegación, determinación y amplitud que subrayaron su largo compromiso en favor de los judíos rumanos durante el régimen nazi. Fue honrado por el Yad Vashem por su contribución en la salvación de más de 51000 judíos.
Chiune Sugihara quien siendo vis cónsul de Japón en Lituania, expidió más de 6000 visas para que jóvenes judíos pudieran salir del país para refugiarse en Rusia, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Birmania y Japón en los años 40’s.
A todos estos personajes y muchos más que por falta de tiempo no voy a mencionar se les ha dado el título de “Justos entre las naciones”; los cuales recibieron en vida, o en su caso sus familiares, una medalla especialmente acuñada con su nombre, un diploma de honor y el privilegio de tener sus nombres grabado en el Muro de Honor en el Jardín de los Justos de las Naciones en Yad Vashem.
Así mismo, la Ley de Yad Vashem ha concedido la ciudadanía honoraria del Estado de Israel a los Justos de las Naciones, y ciudadanía conmemorativa si éstos han fallecido, en reconocimiento a sus acciones. Desde 2002 se viene publicando una Enciclopedia de los Justos que enumera los casos de salvación reconocidos por Yad Vashem.
Finalmente, la medalla de los Justos lleva una inscripción con la máxima judía que dice: “aquel que salva una sola vida, salva un universo entero” (Sanhedrín, 37, 71). El significado auténtico de esta máxima cobra valor cuando las familias de los supervivientes -con sus hijos, nietos y a menudo biznietos– se reúnen para honrar a aquella persona que se arriesgó para salvarlos.
Para finalizar esta charla quisiera decir que, así como a los judíos sobrevivientes de la Shoáh, que fueron rescatados por alguno de estos justos entre las naciones se hacen llamar así mismos como los judíos de fulano o mengano, así nosotros somos los judíos de Jacques Cukierkorn, pues si bien él no nos ha rescatado de un genocidio, sí ha contribuido de manera muy significativa para que nuestra alma judía regresará de nuevo a casa.
Eyal ben-Avraham veSaráh
Sivan 28, 5783.
Junio 17, 2023.
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